viernes, 11 de febrero de 2011

500 AÑOS NO ES NADA


No podemos decir que no estábamos avisados. El pasado otoño el vicario general de la Archidiócesis, Teodoro León, afirmaba de forma tajante que 500 años de vida de una hermandad no eran motivo suficiente para justificar una salida extraordinaria.
Dicho y hecho: Las Siete Palabras celebra el medio milenio de vida de la primitiva hermandad sacramental, proyecta la salida del misterio y desde el Arzobispado ya se le ha "sugerido" que mejor no. Si acaso, un vía crucis en el que, en un alarde de generosidad, permite que se sitúe al Cristo sobre un paso. Vamos, que salir pueden salir, pero en un acto de oración y sin banda de música.
En otras palabras: una hermandad que alcanza los cinco siglos de vida los puede celebrar de la misma forma en que otra, la Soledad de San Buenaventura, conmemorará en la calle los 75 años de la hechura del Cristo de la Salvación.
Se puede decir que, en esto de las salidas extraordinarias, hemos pasado del blanco al negro, del día a la noche, del alfa al omega... De un extremo al contrario. Si con el cardenal Amigo un simple hermanamiento entre dos corporaciones se podía celebrar con hasta tres salidas extraordinarias, con Asenjo 500 años son dos tardes y no merecen mayor importancia.
Y todo ello después de un año, el pasado 2010, donde hubo hasta cinco salidas extraordinarias: La Lanzada por el bicentenario de la Virgen del Buen Fin, La Estrella y Montesión por sus 450 años (la de la calle Feria ya sacó en 2009 al Cristo de la Salud por el mismo motivo), Los Panaderos (ida y vuelta) por la Coronación Canónica de la Virgen de Regla, y La Macarena por la beatificación de Madre María de la Purísima.
Y todo ello, en un año, este 2011, en el que la dolorosa de Los Panaderos va a traspasar las fronteras de la ciudad para acudir con su palio a Madrid al via crucis de la Jornada Mundial de la Juventud del próximo mes de agosto ante el Papa. Aquí dirían desde el Arzobispado que dicho via crucis tendrá un carácter estrictamente pastoral, que será, parece ser, a partir de ahora el requisito imprescindible para aprobar procesiones a destiempo.
Lo cierto es que, desde mi humilde punto de vista, se me ocurren pocas iniciativas que sean capaces de generar un beneficio pastoral y espiritual tan directo y para tantas personas a la vez como una procesión, que no es ni más ni menos que acercar a Dios a los fieles a través de las imágenes de Jesucristo y de la Virgen María. ¿No es cierto que las salidas procesionales de las cofradías (de penitencia y de gloria) arrastran unas cuantas veces al año a auténticas masas de creyentes, muchísimos de ellos jóvenes, junto a esas imágenes?
El recién nombrado arzobispo auxiliar de Sevilla, Santiago Gómez Sierra, reconocía hace unos días en una entrevista que "en la geografía donde la piedad popular es más pobre la secularización ha hecho más mella", con lo que reconocía la impagable labor de las hermandades y sus cultos públicos como anclas de la fe; algo que resulta más necesario aún en una sociedad que tiende a un laicismo radical y a un peligroso anticlericalismo.
Y sí, es cierto que algunas de las personas que se acercan a esas salidas procesionales lo hacen fundamentalmente para escuchar los solos de corneta de tal o cual banda, o para contemplar el costero a costero y los 'izquierdazos' de esta o aquella cuadrilla. También hay quien va a los besamanos para criticar los pliegues del manto que ha colocado el vestidor y quien en misa, durante la homilía, piensa en la película que va a ver esa tarde en el cine o en el trabajo pendiente que le espera el lunes en la oficina.
Reconozco que los cofrades quizá hayamos acabado por matar a la "gallina de los huevos de oro"; es decir que, viendo lo fácil que en los últimos años hemos tenido el sí a las procesiones extraordinarias, hemos abusado hasta el punto de provocar un firme tijeretazo en cuanto ha habido un relevo en el Palacio Arzobispal.
Pero, en cualquier caso, siento discrepar con el vicario general; creo que todas las salidas procesionales, sean ordinarias o extraordinarias, tienen una motivación y un beneficio pastoral; y, por supuesto, que una hermandad lleve 500 años dando testimonio público de fe, atrayendo así durante todo ese tiempo a miles de fieles, es un motivo más que justificado para una celebración dentro y fuera del templo.

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