viernes, 7 de octubre de 2011

EL NOMENCLÁTOR COFRADIERO

Hace unos días una calle de nueva creación en Triana era bautizada como “Nuestro Padre Jesús Nazareno”, lo cual es una buena noticia por dos razones: primero, porque tanto la imagen como su hermandad lo merecen; y segundo, porque al tratarse de una vía urbana que no existía no ha habido que eliminar a nadie del callejero local para hacerle hueco al Nazareno trianero.


Y es que sí, lo siento, pero considero verdaderamente excesiva la rotulación de calles con el nombre de cristos y vírgenes porque, con tal motivo, en ocasiones se han cometido auténticas injusticias con personas valiosas y queridas en la ciudad que merecieron su calle y que, llegado el momento, la perdieron por la enésima denominación cofradiera.
Una fiebre que puede dar lugar a confusiones, ya que, por ejemplo, Sevilla cuenta con una calle “Cristo de la Salud” y una plaza “Nuestro Padre Jesús de la Salud” (por cierto, la Hermandad de San Bernardo pasa cada año por ambas). Asimismo, desde hace mucho tiempo existe una calle llamada “Jesús de las Tres Caídas” y desde marzo otra rotulada como “Santísimo Cristo de las Tres Caídas”. Este último nombre ha hecho desaparecer una añeja denominación, Bernal Vidal, dedicada a un vecino trianero que cedió su propio terreno al Ayuntamiento para abrir la nueva calle y mejorar así la ordenación del barrio.


No quiero decir con esto que la veneradísima imagen del trianero Cristo de las Tres Caídas no merezca una calle, pero el bueno de Bernal Vidal también. Hay que tener en cuenta que la hermandad ya fue agraciada en 2009 con una importante rotulación callejera cuando, por aquello de la memoria histórica, la avenida Sánchez Arjona pasó a llamarse “Esperanza de Triana”.


Otro caso ocurrió en Nervión. La antigua calle Padre Coloma es hoy “Cristo de la Sed”, con lo que el escritor, periodista, abogado y padre jesuita nacido en Jerez de la Frontera, aunque residente durante años en Sevilla, se quedó sin el reconocimiento público de tener una calle dedicada.
Éstos son sólo dos ejemplos; seguramente habrá muchos más. Y no sólo me refiero a calles que estaban rotuladas con el nombre de algún personaje destacado en los más diversos campos de la historia local, sino que también hay calles cuyas denominaciones, de temática variada, tenían varios siglos de antigüedad y también se perdieron. O más bien habría que decir que se intentó que se perdieran; hay un caso en que la vieja denominación ha ganado la batalla al nomenclátor cofradiero. ¿Cuántos años hace que la plaza del Pan ya no se llama así? ¿Pero hay algún sevillano que se refiera habitualmente a ella como plaza de Jesús de la Pasión?
Ahora bien, hay casos y casos. En estos días hemos asistido al inicio de una campaña de recogida de firmas por parte de la Hermandad de Santa Genoveva para que la actual avenida Pilar Bardem pase a llamarse “Nuestra Señora de las Mercedes”, denominación que ya tenía y que perdió un grupo de viviendas del barrio. Sorprendentemente, hay quien ha criticado a la hermandad por meterse, dicen, en cuestiones políticas. Nada más lejos de la realidad. Lo cierto es que el orden de los acontecimientos es el siguiente: el alcalde, Juan Ignacio Zoido, anuncia que va a retirar el nombre de Pilar Bardem del callejero, y posteriormente la hermandad, enterada de la intención del primer edil, propone que la nueva denominación sea la advocación de su imagen mariana. Dicho de otro modo: no es que la hermandad, por su cuenta y riesgo, haya decidido emprender una batalla individual contra nadie, sino que ha aprovechado una circunstancia que no ha buscado; simplemente se le ha presentado.


Ah, por cierto, yo ya he firmado.

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