miércoles, 28 de diciembre de 2011

SIN ARGUMENTOS

Confieso que tengo amigos que no sólo no son cofrades, sino que no les gusta la Semana Santa ni nada que tenga que ver con hermandades, pasos, bandas y todo esas cosas (¿qué le vamos a hacer?; hay gente pa´ to´). Son quienes alguna vez me han comentado las “molestias” que según ellos generan las procesiones por el corte de las calles al tráfico, las dificultades para moverse por la ciudad a pie, la cantidad de gente o incluso la de documentos que tiene que mostrar un pobre inquilino para poder acceder a su vivienda si ésta se encuentra en plena Carrera Oficial.
A ellos he tenido que explicarles en más de una ocasión que la calle es de todos y que, al igual que la ocupan durante el año sindicatos y trabajadores para manifestarse, o las carrozas de la Cabalgata de los Reyes Magos, o las comparsas de Carnaval allí donde se celebran, o las fallas en Valencia, o los toros y corredores en Pamplona durante los Sanfermines, igualmente tienen derecho a ocuparla las cofradías.
Este argumento les vale y llegan a aceptar que sí, que la Semana Santa es una semana al año y tampoco pasa nada. Pero entonces me preguntan por los vía crucis, rosarios de la aurora y traslados varios. Y les tengo que contar que son otro tipo de manifestaciones de fe más enfocadas a la oración y la meditación, o simples prácticas necesarias para celebrar cultos en templos de mayor tamaño capaces de albergar a un alto número de hermanos y devotos; además, suelen ser muy breves y tampoco suponen tanta molestia. Me dicen que bueno, que vale.
Pero entonces llega mayo (de las Cruces infantiles no se quejan tanto porque, al fin y al cabo, son niños y les resulta incluso tierno), y después el verano y el otoño, y me preguntan por qué hay procesiones de la Virgen con el Niño Jesús en brazos o sin él ocupando las calles. Y trato de hacerles saber de la existencia de las hermandades de gloria, algunas de las cuales son más antiguas que muchas penitenciales, y que también realizan su salida procesional una vez a la año (y algún que otro traslado, rosario de la aurora, etcétera…). “Ah, pues no lo sabía”, y a regañadientes aceptan su reciente descubrimiento y lo unen a esas otras circunstancias excepcionales de las que sí habían oído hablar, como el Corpus y la procesión de la Virgen de los Reyes.
El problema llega cuando se encuentran una tarde de noviembre, de diciembre, o de cualquier otro mes del año con una procesión en Triana, en Pío XII, en el Polígono o en la Barriada de San Carlos. No entienden qué hace en la calle a esas alturas una imagen de Cristo con la cruz, una dolorosa o incluso un palio que imita a otro que ya existe y que sale en Semana Santa, que es cuando tiene que salir. Y encima se asombran al enterarse de que no son ni siquiera hermandades, sino grupos de amigos que montan una asociación y, obtenidos los correspondientes permisos del Ayuntamiento y sin que lo sepa el Arzobispado, se ponen en la calle diciendo “aquí estoy yo”.
Ahí es cuando yo no tengo más remedio que callarme, agachar la cabeza y cambiar de tema. Porque, en realidad, ¿qué les podría decir? ¿Que una cosa es ser cofrade y otra muy distinta aficionado a los pasitos, las bandas y el costal? ¿Que esas procesiones inexplicables lo único que consiguen es dañar aún más en estos tiempos difíciles para la fe la imagen de los creyentes y nuestra forma de expresarla en la calle? ¿Que hay hermandades de sobra en la ciudad como para que cualquier sevillano escoja la que más le guste, se haga hermano y no tenga que improvisar una procesión saliendo desde un garaje o desde el zaguán de una casa particular?
Probablemente si les explicase todo esto me mirarían con cara de “estos capillitas están majaras” y anularía para siempre mi tradicional defensa de la calle como espacio de todos, incluidos los cofrades. Así que sólo puedo decir: “Pues no sé qué será eso; supongo que algún traslado o rosario de la aurora”. “¡Madre mía con los capillitas! Es que siempre estáis igual…”.

2 comentarios:

  1. pues diles que la calle son de todos y por eso salen, pero que estas circunstancias no las podemos defender los catolicos, que confunden religion con aficion cultural.

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  2. Creo que a muchos cofrades nos pasa lo mismo, sobre todo con las peñas culturales paseamesasdecamilla con pretensiones.

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