miércoles, 10 de abril de 2013

MADRUGÁ 2013: LA LLUVIA SORPRENDE AL AMANECER

Al igual que el Domingo de Ramos, la Madrugá reeditó esa sensación de fragilidad de la Semana Santa que hace que una lluvia no prevista lo desbarate absolutamente todo cuando las cosas se estaban desarrollando según lo previsto. Claro que, en eso de la lluvia no prevista, como se suele decir, "hay sus opiniones". Y es que minutos antes de las tres de la tarde del Jueves Santo, el portavoz de la Aemet en Sevilla, Fernando López Cotín, aseguraba en la radio que dicha jornada se iba a poder desarrollar sin sobresalto alguno, pero que para la madrugada del viernes la cosa se complicaba con unas probabilidades de lluvia que se elevaban en gran medida a partir de las siete de la mañana. El chaparrón que desbarató la Madrugá llegaría finalmente a eso de las siete y cuarto. Poco antes, parece que la propia Aemet que anunció la tarde del jueves lo que finalmente se produciría no lo tenía tan claro, mientras que desde Indiana, estado norteamericano que tan de moda se ha puesto al hablar del tiempo en Semana Santa, se advertía de la inminente lluvia. A estas alturas, la verdad, poco importan ya estos detalles.
El caso es que hasta que llegó el agua, el flamante Jueves Santo se entrelazó con una Madrugá que también lo estaba siendo. La Hermandad del Silencio, la única que no se mojó, subía la Cuesta del Bacalao ya de vuelta a casa a las tres de la madrugada. La temprana hora de regreso al templo, a lo que contribuye decididamente la velocidad con que el cortejo recorre su itinerario, hace que el Silencio sea la cofradía que suelen perderse quienes viven la Madrugá yéndose a descansar temprano el Jueves Santo con la intención de reengancharse a las cofradías en la amanecida del Viernes Santo.
Una pena, porque la Primitiva Hermandad de los Nazarenos de Sevilla es de las que se disfrutan cómodamente desde la cruz de guía hasta el riquísimo y original manto de la Virgen de la Concepción.
Todo debe contemplarse con detalle, los pasos, las insignias... hasta el modo de caminar de su cuerpo de nazarenos de altísimo capirote negro. Es, por otra parte, una cofradía en la que caben pocas sorpresas. "No la toques ya más, que así es la rosa", decía Juan Ramón. Y no con rosas, sino con lirios morados vemos cada año al Nazareno de Ocampo, abrazando con valentía su cruz.




Detrás, los nazarenos iluminan con cirios blancos el camino a la Virgen de la Concepción, una de las más bellas dolorosas salidas de las gubias de Sebastián Santos Rojas, acompañada inseparablemente por San Juan Evangelista, el discípulo amado que creó Cristóbal Ramos, autor de la vecina Virgen de las Aguas. Grandes nombres jalonan la historia de la Hermandad del Silencio, como el de Cayetano González, autor de ese personal paso de palio que, como siempre, perfumó de azahar todo su itinerario.






A la misma hora en que el Silencio ya regresaba sin prisa, pero sin pausa, a San Antonio Abad, la recta formada por la calle San Pablo, la Puerta de Triana, Reyes Católicos y el Puente estaba ocupada al completo por la Hermandad de la Esperanza de Triana, que avanzaba muy lentamente al estar detenida por la salida del Calvario.
Pese a ello, la auténtica comunión existente entre la cuadrilla de costaleros de paso del Santísimo Cristo de las Tres Caídas y la banda de cornetas y tambores que lleva su nombre daba como resultado chicotás muy lucidas y aplaudidas con las que poco a poco el misterio iba acercándose a la Campana.
Muy llamativo el exorno floral del paso, compuesto de un monte de rosas rojas de gran tamaño. Sobre él destacaba el Cristo de las Tres Caídas, vestido este año con túnica morada lisa.








A tres cuartos de hora de nazarenos de capirote y túnica verdes de distancia venía Nuestra Señora de la Esperanza, que este año llevaba el manto de Juan Borrero que bordaron los Sobrinos de Caro en 1994. Desde la lejanía destacaba el generoso exorno floral, marca de la casa, compuesto, entre otras especies, por rosas blancas y altos gladiolos en las esquinas. Cada levantá, cada parada, la forma de andar... Todo era motivo de continuos aplausos y de esos gritos tan habituales de "¡Trianera, guapa!" a lo largo de Reyes Católicos. Después, en la Campana tendría lugar uno de los grandes momentos de la Semana Santa de 2013, cuando tras el palio de la Esperanza trianera sonó "Macarena", de Abel Moreno. Poco antes, en Sierpes, tras la dolorosa de San Gil se pudo escuchar "La Esperanza de Triana", de López Farfán. Esperemos que algo tan normal, como es que a una dolorosa se le toquen marchas dedicadas a otra, no haya sido en estos casos algo puntual y único de este año.










Siguiendo con ese auténtico encaje de bolillos que es el trazado del conjunto de los itinerarios de la Madrugá, cuando la Esperanza de Triana dejó libre la zona de la antigua puerta de la muralla que conducía al arrabal, la Hermandad del Gran Poder pudo cruzar desde Zaragoza a Gravina para continuar su recorrido buscando la Plaza del Museo.
Unos 2.300 nazarenos componían este año el cortejo de esta cofradía que, pese a discurrir en silencio, tiene unos sonidos realmente característicos, como es el de los palermos de los hermanos que rodean a las insignias, así como los golpecitos que los diputados de tramo dan en la base de sus canastillas para indicar cuándo hay que elevar o bajas los cirios con cera color tiniebla en el cortejo del Señor y blanco en el de la Virgen.
Pero el sonido que mejor se aprecia es el racheo de los costaleros cuando todos los que contemplan de cerca al Señor de Sevilla guardan silencio con esa mezcla de respeto y admiración que casi nos distrae de la oración que, con calma y sin distracciones, le dirigimos en su basílica durante el resto del año.




El ritmo de paso tan abierto del Gran Poder obliga también a abrirlo en el paso de palio de María Santísima del Mayor Dolor y Traspaso, lo que dota a este paso de una forma de andar también muy característica. El gran 'tirón' del Señor resta injustamente atención a la Virgen, una talla muy interesante que recientemente se ha atribuido al valenciano Blas Molner. De San Juan, con recordar la autoría de Juan de Mesa no haría falta añadir nada más para subrayar su interés, como tampoco haría falta decir más que Rodríguez Ojeda para destacar la valía del conjunto de bordados del palio, junto al manto y saya del mismo autor, que son más habituales en la Madrugá, como este año, que los de Fernández y Enríquez.
Tras el clasicismo de los claveles rojos en el paso del Señor, la misma flor, pero en color blanco para la dolorosa.






En esta Madrugá previa al cambio de hora, ya empezaba a amanecer cuando la arbórea cruz de guía de la Hermandad del Calvario enfilaba la calle Castelar tras completar su estación de penitencia en la Catedral y atravesar el Arco del Postigo.


Todo había ido bien hasta que la lluvia de nuevo hizo acto de presencia provocando el caos que en días anteriores ya habíamos tenido ocasión de vivir. En este caso, con el Silencio ya dentro de su templo, el Gran Poder tuvo que acelerar cuando el Señor ya estaba en la Plaza de San Lorenzo; el palio se llevó la peor parte. La Macarena, ya de vuelta, tuvo también que correr, protegiendo el paso de palio en la Parroquia del Salvador y el misterio de la Sentencia en la Anunciación, al pillarle la lluvia por la calle Cuna. También en el templo de la Hermandad del Valle tuvo que buscar refugio la Hermandad de los Gitanos; el paso del Señor de la Salud ganaba metros por Martín Villa y Laraña teniendo delante el paso de la Sentencia. Para el recuerdo quedará la estampa de los nazarenos de la Macarena y los Armaos abriéndole paso al Señor de los Gitanos. Así es como debe actuar una hermandad en beneficio de otra cuando llueve, y no como en esa misma zona se pudo ver la noche del Miércoles Santo...
En cuanto a la Esperanza de Triana, el misterio estaba en la Catedral y hasta ella corrió el paso de palio. Al igual que los Gitanos, también la hermandad trianera optó por quedarse en su refugio hasta la mañana del Sábado Santo ante unos partes meteorológicos que no daban todas las garantías para regresar a casa. Los pasos quedaron detenidos ante la puerta principal de la Catedral, la Puerta de la Asunción.






Habíamos dejado al Calvario en Castelar. La lluvia obligó a la cofradía a acelerar para alcanzar cuanto antes la Parroquia de la Magdalena. En pocas chicotás ambos pasos dejaron esta calle tan larga que desemboca en la Plaza de Molviedro. El paso del Santísimo Cristo del Calvario estaba exornado con lirios morados en el monte y claveles rojos en las jarras de los costeros, mientras que el palio de la Virgen de la Presentación contaba con claveles blancos.










Desde Zaragoza y hasta la entrada, una vez que dejó de llover, la cofradía se relajó y redujo el ritmo. Eso permitió disfrutar de una entrada en su templo con más calma. A esa hora, la Hermandad del Calvario era la única en la calle, una circunstancia probablemente inédita en el amanecer de un Viernes Santo.











A pesar del susto de la lluvia, el paso de palio de Nuestra Señora de la Presentación entró finalmente en la Magdalena prácticamente a la hora prevista, pocos minutos después de las ocho de la mañana.











Una vez conocida la decisión de la Esperanza de Triana y los Gitanos de no regresar en todo el Viernes Santo a sus templos, sus respectivos cortejos de nazarenos emprendían el camino de vuelta a sus casas, mientras que los de la Macarena estaban repartidos entre el Salvador y la Anunciación, además de en otras zonas cercanas; por ejemplo, las setas de la Encarnación.



Finalmente, la junta de gobierno de la Macarena decidió aprovechar la pequeña tregua que iba a conceder la lluvia para regresar con rapidez a la Basílica de la calle Resolana. Ambos pasos, cada uno desde sus respectivos refugios improvisados, tomaron por el camino más corto: Santa María de Gracia, Amor de Dios, Correduría, Feria y Resolana. Era una distancia considerable, pero los costaleros se esforzaron para recorrerla en el menor tiempo posible.
A eso de las once de la mañana, el misterio del Señor de la Sentencia, protegido con un impermeable, llegaba a las inmediaciones de la Basílica de la Macarena seguido por la Centuria, que no dejaba de tocar y redoblar, pese a que, sin pasar bajo el Arco, el paso entró con celeridad en el templo, no sin antes detenerse para que desde el balcón de la casa hermandad Manuel Cuevas le dedicase una saeta.













También con celeridad y sin que la Banda del Carmen de Salteras dejase de interpretar marchas, llegó el paso de palio de la Esperanza Macarena, con un gran plástico protegiendo el recién restaurado manto de tisú de Rodríguez Ojeda. Se fueron enlazando marchas como "Coronación de la Macarena", "Pasa la Virgen Macarena" o "Esperanza Macarena" en esta precipitada entrada que, ya en el atrio, permitió que el paso se diera la vuelta de cara al público.
También hubo tiempo para otras dos saetas de Joana Jiménez y, de nuevo, Manuel Cuevas, quien ya había maravillado a todos en la Campana y aquí lo volvió a hacer con una emocionada saeta en la que pidió a la Esperanza acabar con la pobreza. Lo que faltó, sin duda, fue el "Himno a la Esperanza Macarena".

















Arriesgó con el regreso y acertó... aunque por poco. Al igual que pasó en 2012, en cuanto la Macarena entró en la Basílica empezó de nuevo a llover. ¿O era la Macarena derramando Esperanza?
Concluyó la Madrugá con dos hermandades pendientes de volver a sus templos. Tres años ya con la noche más mágica estropeada: en 2011 se quedó en blanco, el año pasado las cofradías de capa tuvieron que recortar sus itinerarios, y este año un chaparrón pasadas las siete de la mañana lo trastocó todo.
Y a esa hora, las once y media de la mañana, las perspectivas no podían ser peores para la jornada del Viernes Santo. Otro año más...

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