lunes, 4 de abril de 2016

MARTES SANTO 2016: LA IMPROVISACIÓN, PROTAGONISTA DE UNA JORNADA INCIERTA

Llegó el Martes Santo, día castigadísimo por la lluvia durante tres años seguidos, de 2011 a 2013, y con él el descontrol y la improvisación como notas dominantes. Todas las hermandades, de una u otra forma, iban a sufrir las consecuencias de una lluvia intermitente que, en los tiempos de las predicciones y los radares, mojó a cuatro hermandades, a dos las dejó en sus templos y a las otras dos las obligó a improvisados itinerarios con más o menos sentido.
Y eso que todo había empezado bien. De la mejor manera. En el Cerro del Águila, un barrio entero vibraba alrededor del Santísimo Cristo del Desamparo y Abandono, y la Virgen de los Dolores, con la imagen de Nuestro Padre Jesús de la Humildad quedándose un año más, y uno menos, presidiendo la parroquia.
Las calles Afán de Ribera y Aragón se llenaban con rapidez de un gran número de nazarenos de característico antifaz de terciopelo rojo, encabezados por una cruz de guía plateada que marcaba el camino hasta el corazón de Sevilla. Y delante de ella, por primera vez, la Banda de Cornetas y Tambores Amor de Cristo y San Sebastián.


Bajo un intenso cielo azul con algunas nubes blancas de adorno, nada amenazantes, el paso del Santísimo Cristo del Desamparo y Abandono recorría los últimos metros de la calle Afán de Ribera. El centurión mostraba su arrepentimiento y reconocía, casco en mano, la divinidad de Cristo, mientras uno de lo sayones señalaba al cielo, sabedor quizá de lo que estaba por venir.
La Banda de Cornetas y Tambores de Nuestra Señora del Sol interpretaba una marcha tras otra en dirección a la Avenida de Hytasa. Era el último giro antes de enfrentar la larga línea recta que debía llevar a la hermandad hasta la Puerta de Jerez; un giro realizado a los sones de la marcha “La esperanza de un barrio”, dedicada a la cofradía.
Claveles rojos adornaban el monte de este paso, del que ya no resultan tan extraños los apliques de plata de los Hermanos Delgado estrenados en dos fases entre 2014 y 2015. Y hablando de años, se cumplía un cuarto de siglo desde la salida de la hermandad de la Parroquia de San Sebastián, donde fue acogida por la Hermandad de la Paz tras la clausura del antiguo edificio de la Parroquia de los Dolores, antes de que la casa hermandad fuera adaptada como parroquia mientras se construía el inmueble actual.




































Con permiso del crucificado, no hay más que ver las caras y las expresiones de los vecinos para llegar a la evidente conclusión de que la gran devoción del Cerro es la Virgen de los Dolores, que este Martes Santo iba más bella si cabe con un tocado liso que acentuaba aún más los rasgos faciales que salieron de la acertada gubia de Sebastián Santos.
La Banda de Música de las Nieves de Olivares acompañaba un año más al paso de palio del Cerro, que avanzó por la calle Aragón con la marcha “Rosario de Monte-Sión”. Posteriormente, salió a la Avenida de Hytasa con “Madre Hiniesta”.
En una de las paradas del palio, que estaba exornado con claveles blancos, una mujer que empujaba una silla de ruedas ocupada por otra señora trataba de abrirse paso entre la multitud para ponerse delante y mirar cara a cara a la Virgen de los Dolores. No llegó a tiempo antes de que el paso se levantara, pero la mujer que iba en la silla tuvo que conformarse con agarrarse momentáneamente a los respiraderos y sentir así más cerca a la Reina del barrio. En la siguiente parada lo volvería a intentar.
Por Ramón y Cajal, la Virgen de los Dolores, que lucía la saya de tisú de oro de 2002 y portaba en la mano derecha la cruz pectoral regalada hace dos años por el Cardenal Carlos Amigo, se marchó buscando el centro. Ya no brillaba el sol como hasta hacía un momento, oculto por cada vez más nubes. Pero nada hacía presagiar, o nadie quería pensarlo, lo que iba a ocurrir más adelante.





































Por segundo día en esta Semana Santa, la lluvia buscó el protagonismo que nadie desea. El cielo se tornó gris y la Hermandad del Cerro comenzó a correr tratando de alcanzar el refugio de la Catedral a la espera de acontecimientos.
Efectivamente, el paso de Cristo llegó a la Catedral; sin embargo, el paso de palio, cuando ya caía la lluvia, tuvo que quedarse primero en la Universidad, para posteriormente, en un claro, reunirse con el resto del cortejo en el primer templo de la ciudad.
Para entonces, la Hermandad de San Esteban ya tenía que estar en la calle. Pero hubo que esperar. De nuevo, el suspense de una cofradía que pedía tiempo para decidir. No hubo, en cualquier caso, que esperar para conocer la decisión tanto como el día anterior con el Beso de Judas y San Gonzalo. Pero, a diferencia de éstas, San Esteban sí decidió salir.
El Cerro seguía esperando, pero ya anunció que si volvía a salir a la calle sería para regresar al barrio, renunciando por tanto a su paso por Carrera Oficial.  Por su parte, la Hermandad de los Estudiantes a lo que pronto renunció fue a realizar la estación de penitencia, mientras que en lo que respecta a los Javieres, se produjo algo curioso: primero se dio por hecho que la cofradía no saldría, y así lo afirmaban en las redes sociales periodistas y aficionados. Casi al mismo tiempo, San Benito anunció la salida. Poco después, desde Omnium Sanctorum se indicaba que la decisión de no salir no era oficial; de hecho, al final se anunció que sí, que los Javieres saldría.
En medio de este jaleo de anuncios e informaciones contradictorias, San Esteban estaba en la calle y estrenaba itinerario de ida por la Plaza de San Ildefonso, que muy poco a poco se iba llenando de gente para verla pasar. En el año en que la hermandad ha cumplido noventa años, se ha querido recuperar parte del recorrido de su primera estación de penitencia, que tuvo lugar en 1929, tres años después de su fundación, por San lldefonso, San Leandro y San Pedro.
Muy acertado el exorno floral del paso de misterio de Nuestro Padre Jesús de la Salud y Buen Viaje, con tonos morados y malvas. Desde la calle Rodríguez Marín, el Señor, con la clámide lisa, llegó a San Ildefonso con la marcha “Perdona a tu pueblo”, a cargo de la Agrupación Musical de la Redención.
Ante la parroquia, el paso se volvió, pero hacia la puerta perteneciente al Convento de San Leandro, desde la que las religiosas que lo habitan le cantaron al Señor de la Salud y Buen Viaje.  A continuación, el misterio de San Esteban siguió con “La Salve” y “Salud de San Bernardo”, composición con la que salió a la Plaza de San Leandro en este camino estrenado, o casi recuperado, hacia la Campana.


























Por su parte, el paso de palio de la Virgen de los Desamparados llegó a la Plaza de San Ildefonso con la marcha “Salve, Madre de la Salud”, tras la que las hermanas agustinas del Convento de San Leandro cantaron a la dolorosa, como había ocurrido antes con el Señor.
Tras varios años en los que la Hermandad de San Esteban parece haber estado ensayando qué hacer con la gloria del techo de palio; o directamente qué gloria ponerle (se recuperó en 2008 la antigua de la Virgen del Rocío de Sebastián Santos; y el año pasado se retiró para ponerle una extraña pintura de la Asunción que no gustó a nadie), en este 2016 se ha vuelto al principio, con la gloria que había llevado hasta 2007, con una cruz bordada, restaurada este año por José Antonio Grande de León. ¿Será la definitiva?
Con esta gloria, y de nuevo cobijada con el manto azul bordado por un grupo de hermanas y estrenado en 2014, la Virgen de los Desamparados siguió avanzando hacia la Plaza de San Leandro con la marcha “Hosanna in excelsis”.

















El cielo iba volviendo poco a poco al peligroso color gris cuando las hermandades de los Javieres y San Benito estaban saliendo, y la del Cerro optaba por regresar de manera inmediata a su casa desde la Catedral y por la misma línea recta del recorrido de ida.
Por la calle Luis Montoto, en la misma dirección en que antiguamente llegaba el agua a la ciudad desde los caños de Carmona junto a la calzada romana, venía otro romano, Pilatos, presentando al pueblo sevillano a Jesús tras ser flagelado y coronado de espinas.
Repetía este año el exorno floral de hace dos años, con una colorida variedad de diferentes especies y colores que tan favorecedora resultó en su momento y que tanto sorprendió entonces.
Debido al retraso en la salida, el paso de misterio iba a gran velocidad por Luis Montoto, en dirección a Muro de los Navarros y Santiago. La Agrupación Musical Nuestra Señora de la Encarnación, de la propia hermandad, interpretaba alguna marcha, aunque era un mero acompañamiento, dado que el paso seguía avanzando sin apenas hacer demasiado caso a los sones que se escuchaban. Tras una breve parada antes de dejar Luis Montoto, el misterio continuó con celeridad para dejar espacio a los otros dos pasos de la hermandad.
























El Cristo de la Sangre celebraba el medio siglo transcurrido desde su bendición. Sin embargo, para cuando su paso llegó a la altura del cruce de Luis Montoto con Amador de los Ríos, los paraguas llevaban ya un buen rato abiertos por la intensa llovizna que había comenzado a caer.
La lluvia seguía y no se apreciaba ningún claro en el cielo, por lo que, ante la cercanía del templo, muchas de las personas que seguían por esta zona a la cofradía se preguntaban por qué no daba la vuelta. Lo cierto es que los pasos se estaban mojando y seguían adelante.
Por fin, la cofradía optó por la única opción posible: dar marcha atrás. El paso del Cristo de la Sangre, con un monte de claveles rojos, empezó a girar, izquierda ‘alante’ derecha atrás, de vuelta a San Benito, de donde no había llegado ni siquiera a salir el paso de palio de la Virgen de la Encarnación.
















Y detrás del crucificado de Buiza, desde la Puerta de Carmona regresaba también el misterio de la Presentación al Pueblo. El Señor, que lucía la túnica de estilo persa estrenada en el último besamanos, llevaba un capote impermeable que le dejaba a la vista únicamente la cabeza.
Entre los aplausos de ánimo de la gente que asistió a esta marcha atrás de la cofradía de la Calzada, el paso regresaba con celeridad a su casa, aunque paraba de vez en cuando para que los costaleros descansaran ante el esfuerzo.












Bajo un cielo absolutamente gris, los nazarenos de los primeros tramos cerraban este cortejo que, con varias horas de antelación sobre lo previsto, cruzaba la Puerta de Carmona de vuelta a la Parroquia de San Benito, una vez suspendida la estación de penitencia, pese al intento.


Esta lluvia afectó a todas las cofradías que en ese momento estaban en la calle. Los Javieres tuvo que hacer lo mismo que San Benito y regresó a su templo, con el palio, que estrenaba la incorporación de San Juan Evangelista junto a la Virgen de Gracia y Amparo, caminando hacia atrás por la calle Feria para volver a Omnium Sanctorum.
Por otro lado, el Cerro, cuyos primeros tramos de nazarenos ya estaban saliendo de vuelta a su casa, rectificó y acabó, después de varias horas en la Catedral, posponiendo el traslado para otro día que aún estaba por decidir.
Finalmente, San Esteban se refugió deprisa y corriendo en la Iglesia de la Anunciación, templo que ha dado cobijo en jornadas de lluvia a un gran número de cofradías. La calle Laraña forma parte de nuevo recorrido de ida a la Carrera Oficial de San Esteban, por lo que pudo encontrar el refugio con total facilidad.
Las predicciones meteorológicas anunciaban una notable mejoría para la noche de este Martes Santo, por lo que existía la posibilidad de salvar algo de la jornada con las hermandades que quedaban por salir, así como con la propia Hermandad de San Esteban, que esperaba al completo en la Anunciación, acogida por la Hermandad del Valle.
Finalmente, cuando el riesgo de lluvia bajó, el hermano mayor de San Esteban, Antonio Burgos, anunció que la hermandad regresaría a su templo por el mismo itinerario recorrido a la ida. La explicación a esta decisión, después de que se llegara a especular con la opción de que la cofradía retomara la estación de penitencia, fue que no se quería interferir en los horarios e itinerarios de las hermandades que quedaban por salir.
Y las que quedaban por salir eran las que componen el trío final: Candelaria, Bofetá y Santa Cruz. La primera, cuando el Martes Santo parecía abocado al desastre, anunció que saldría, aunque modificando tanto el itinerario de ida como el de vuelta para acortar su estancia en la calle. Posteriormente, la Hermandad de Santa Cruz decidió quedarse en el templo y suspender la estación de penitencia. Por último, la Bofetá dio la última alegría de la jornada y optó por salir.
En este caso, hubo también una modificación del itinerario que descolocó por completo a las muchas personas que estaban pendientes de esta salida. Y es que, con un altísimo número de personas llenando la calle Cardenal Spínola, la Plaza de la Gavidia, y las calles Las Cortes y Jesús del Gran Poder, de repente los medios de comunicación informaron del cambio de itinerario por Conde de Barajas y Trajano hasta la Plaza del Duque. Hubo muchos que incluso corrieron tras enterarse de la modificación para encontrar el mejor sitio posible. ¿Realmente era necesaria esta improvisación de itinerario?
Pero sin duda, fue la Candelaria la que siguió este Martes Santo el recorrido más atípico. Tras salir de San Nicolás, y una vez en la Alfalfa, la cofradía bajó la Cuesta del Rosario hasta el Salvador, para seguir por Entrecárceles a la Plaza de San Francisco, y por Granada buscó Tetuán y Velázquez hasta la Campana.
De esta forma, la Candelaria abrió el Martes Santo en la Carrera Oficial por O’Donnell, con la cruz de guía antecedida por la Banda de Cornetas y Tambores Madre de Dios de los Desamparados.


Una larga hilera de nazarenos blancos detrás, llegaba el paso de Nuestro Padre Jesús de la Salud, que volvió al monte de claveles, en este caso malvas, después de tres años (el primero quedándose sin salir y los otros dos en la calle), con lirios morados. Además, en los costeros, llevaba pequeñas rosas.
El paso con el Nazareno atribuido a Francisco de Ocampo caminaba con celeridad para lograr entrar en la Carrera Oficial dejando el menor retraso posible a la Hermandad de la Bofetá. Con la marcha “Cristo del Amor”, avanzó hacia la Campana el Señor de la Salud de San Nicolás, a cargo de la Banda de Cornetas y Tambores del Santísimo Cristo de las Tres Caídas, que pese a la lluvia no ha dejado de tocar ningún día en esta Semana Santa.















Los nazarenos del cortejo de la Virgen llegaron a ponerse de tres en tres, esfuerzo que obtuvo su recompensa al no dejar apenas retraso a la siguiente hermandad. Venía la Candelaria por este itinerario inédito a los sones de la marcha “Esperanza Macarena”, interpretada por la Banda de Música de la Cruz Roja.
Antes de la confluencia de Velázquez con O’Donnell hubo un relevo de costaleros en este paso, que venía adornado con rosas en las jarras delanteras y laterales, mientras que en las cuatro esquinas lucía unas pequeñas flores blancas con una llamativa disposición que recordaba en cierta forma a los exornos de otros tiempos.














El itinerario de vuelta de la Hermandad de la Candelaria fue también muy distinto al habitual. La cofradía renunció a los Jardines de Murillo a cambio de una entrada mucho más tempranera. Hay que recordar que en 2015 la entrada pasó de las cuatro y media de la madrugada.
Así, sin ninguna cofradía delante, la Candelaria volvió por la zona de la Cuesta del Bacalao, Francos, Cuesta del Rosario y Alfalfa, regresando a San Nicolás por Muñoz y Pabón. Nada que ver con el habitual rodeo que la convierte en la hermandad que más se desvía del camino de vuelta más directo de toda la Semana Santa.
Este accidentado e improvisado Martes Santo iba a cerrarse, tanto en Carrera Oficial como en la calle, con la Hermandad de la Bofetá. Para esta cofradía, su horario habitual se mantenía, aunque no su itinerario, dado que, como había hecho a la ida, regresó por Trajano y Conde de Barajas; un recorrido más directo y más amplio para albergar a la mayor cantidad de personas que se preveía que fuera a acompañarla hasta San Lorenzo.
Luego, sin embargo, en su regreso por la Campana y el Duque, tampoco hubo un grandísimo gentío mayor que el de otros años por esta misma zona. Quizá la hora tan tardía de esta hermandad tampoco invitaba a seguirla hasta el final. El Martes Santo sigue pendiente de una reforma y esta cofradía debería adelantar unos cuantos puestos en la jornada. Veremos.
El misterio de Jesús ante Anás regresaba a casa, como siempre, por Tetuán y Velázquez. Iba el Señor este año con la túnica burdeos bordada en oro, mientras que el paso estrenaba la restauración del dorado del canasto por parte de Enrique Castellanos, así como la recuperación de doce ángeles de Luis Ortega Bru que hasta mediados de los años 70 decoraban el paso.
La Banda de Cornetas y Tambores de las Cigarreras acompañaba al misterio en el que Jesús es abofeteado sin razón alguna en presencia de Anás. El paso se movía de forma elegante a las órdenes de los hermanos Gallego, con unos giros muy cuidados en cada esquina. Por Trajano, el paso se metió a los sones de la marcha “María, Reina y Madre”.



























La lluvia, la misma que nos robó el estreno en la calle del nuevo manto de la Virgen del Rocío y que frustró la primera estación de penitencia de la Virgen de Gracia y Amparo acompañada por San Juan, no consiguió dejarnos sin la contemplación de otra de las imágenes más esperadas de esta Semana Santa, como era la de la Virgen del Dulce Nombre restaurada e iluminada por la candelería encendida de su paso de palio.
Ha sido un gran trabajo el de Carmen Bahima, tanto con la dolorosa como con San Juan, que ha completado así la restauración de los titulares que procesionan con la cofradía, ya que el año pasado hizo lo propio también con la talla de Jesús ante Anás. La Virgen del Dulce Nombre, la primera dolorosa de Castillo Lastrucci, ha recuperado la luminosidad y belleza que en parte había perdido tras años de acumulación de suciedad y repintes.
Con la marcha “Virgen de los Negritos” a cargo de la Banda de la Oliva, que tampoco se ha visto afectada por la lluvia en ninguna jornada, el paso de palio discurrió por la Campana en su trayecto de vuelta. No podían faltar en este paso sus tradicionales claveles rosas, tan característicos como exorno floral del fantástico conjunto de bordados de Rodríguez Ojeda.
Desde la Plaza del Duque a la calle Trajano sonó tras la dolorosa la marcha “Pasa la Virgen Macarena”. Ya en esta calle, comenzaron a caer algunas gotas, por lo que los capataces pidieron a los costaleros que abrieran el paso: “Vámonos, que está lloviendo”. Después hubo un relevo y el diputado del palio insistió en que se dieran más prisa en hacer el cambio. Seguía cayendo lo que ni siquiera podría considerarse llovizna y el paso avanzó con gran rapidez por la calle Trajano,  mientras la banda tocaba “María Santísima del Dulce Nombre”.
Las gotas desaparecieron y el giro de Trajano a Conde de Barajas se pudo hacer con más tranquilidad a los sones de “Macarena”, de Cebrián, tras la que el paso se detuvo y algunos miembros de la hermandad procedieron a colocar un plástico para proteger la cola del manto de la Virgen por si regresaba el agua.
Pero no hizo falta el plástico porque el cielo se calmó por completo y permitió disfrutar con el regreso a San Lorenzo de la Virgen del Dulce Nombre, que recorrió la distancia que la separaba del templo con las composiciones “Saeta cordobesa”, “Virgen de la Paz”, “Corpus Christi” y “Coronación de la Macarena”.









































Ya frente a la puerta de San Lorenzo, y como si de los ecos del Lunes Santo se tratara, la Banda de la Oliva tocó “Virgen de las Aguas”. Al ver que la marcha llegaba a su fin sin que se hubiera completado el giro, los músicos se fueron avisando unos a otros de la siguiente partitura: “La Estrella Sublime”.
Aún hubo tiempo para una composición más, aunque interrumpida, mientras la Virgen del Dulce Nombre se acercaba a la puerta de San Lorenzo antes de perderse definitivamente en su interior. Fue precisamente “María Santísima del Dulce Nombre”. El bombo cortó drásticamente la marcha y el paso entró en el templo cuando el reloj del campanario marcaba las 3,58 de la madrugada.


Incertidumbre e improvisación. Palabras repetidas hasta la saciedad cuando en cualquier jornada de la Semana Santa aparece la indeseada lluvia. El contrapunto fue la emoción que se pudo vivir entre chaparrón y chaparrón; emoción que finalizó, como si de cualquier otro Martes Santo se tratara, a altas horas de la noche en San Lorenzo.

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