miércoles, 2 de noviembre de 2016

PROCESIÓN DEL ROSARIO DE SAN VICENTE CON VISITA A LA VERA-CRUZ Y AL MUSEO


La Virgen del Rosario de San Vicente vivió ayer, después de la suspensión de su salida por la lluvia en 2015, su salida procesional por las calles de la feligresía, que incluyó la visita a dos corporaciones vecinas: la Vera-Cruz y el Museo.
Durante unas cuatro horas, la Hermandad de las Siete Palabras estuvo procesionando con su titular gloriosa, que salió de San Vicente a las seis y media de la tarde, con un cortejo encabezado por la cruz alzada con manguilla entre ciriales, a la que seguían el guión del Rosario y el estandarte corporativo, separados por parejas de hermanos con cirios.




El paso de la Virgen del Rosario, guiado por el capataz del palio de la Virgen de la Cabeza, Rufino Madrigal, contaba con algunas modificaciones respecto a años anteriores. Así, sobre la parihuela con los respiraderos del palio de la hermandad no había ningún candelero, como habría salido a las calles el año pasado, sino que delante de la peana de la Virgen del Rosario se situaron los candelabros de los costeros del paso del Santísimo Cristo de las Siete Palabras, complementando así a los de las esquinas, procedentes del mismo paso.
En cuanto a las jarras, eran, como en años anteriores, del paso de palio, así como el manto procesional, que siempre fue de la Virgen del Rosario, aunque desde hace años es el que lleva también cada Miércoles Santo la dolorosa de la Cabeza.
Pero quizá la principal novedad estaba en el apartado musical, ya que, con los cambios de bandas aprobados por la hermandad hace unos meses, la Virgen del Rosario fue acompañada por la Banda de Música del Maestro Tejera, legendaria formación con la que la hermandad no puede contar el Miércoles Santo, dado que ese día acompaña a Madre de Dios de la Palma, de la Hermandad del Cristo de Burgos.
El recorrido marcado por la hermandad llevó a la Virgen del Rosario a visitar en primer lugar a la Hermandad de la Vera-Cruz, corporación muy unida a la de San Vicente porque acogió a los titulares durante los años en que la parroquia estuvo cerrada por restauración.
Después, callejeó por el barrio hasta salir a la Plaza de la Puerta Real, cuya Hermandad de las Mercedes está precisamente en San Vicente por obras en su capilla, y meterse por la calle Gravina y Pedro del Toro, en cuya esquina la Banda de Tejera tocó "María Santísima del Subterráneo".
La Virgen del Rosario, que sostenía al Niño recién restaurado por Pedro Manzano y vestía saya blanca bordada en oro, buscó a continuación la calle Miguel de Carvajal y alcanzó la Plaza del Museo con la marcha "El Cachorro. Saeta sevillana".


 























Tras una chicotá a tambor, la Virgen del Rosario se dispuso a girar hacia la Capilla del Museo, donde una representación de su hermandad con estandarte y varas salió a recibirla. Como era de esperar, la partitura que sonó mientras el paso se acercaba a la capilla fue “Virgen de las Aguas”.
Después, el paso no se paró, sino que entró completamente en la capilla pese a la estrechez que hizo rozar levemente un candelabro con la puerta. Una vez en el interior, la Virgen del Rosario se situó frente al altar principal del pequeño templo, ante las imágenes del Santísimo Cristo de la Expiración y María Santísima de las Aguas, que se encontraba ya vestida de luto por la fecha.
El párroco de San Vicente, Marcelino Manzano, dirigió las oraciones rezadas en el interior de la Capilla del Museo y todos los presentes cantaron la Salve.















Coincidieron las vírgenes del Rosario de Santa Catalina y de San Vicente en el color del exorno floral, blanco en ambos casos, compuesto en el paso de la segunda por rosas y nardos principalmente.
Cumplida la visita a la Hermandad del Museo, la Virgen del Rosario salió de la capilla y la Banda de Tejera, como había hecho en el momento de la entrada, tocó el Himno Nacional, seguido a continuación por la marcha “Como tú ninguna”, con la que buscó la calle San Vicente en el tramo final de su salida procesional.
En una parada del paso, Rufino Madrigal recibió instrucciones de pararlo más adelante, a la altura del Convento de las Siervas de Jesús, y de volver a la Virgen hacia ellas. Después, el capataz habló a los costaleros y dedicó la levantá a Antonio Sánchez, “un compañero vuestro que este año no ha salido y que está aquí delante”.
Con “Coronación de la Macarena”, el paso de la Virgen del Rosario se dirigió a las Siervas de Jesús, aunque finalmente las dimensiones de la parihuela y de la calzada, y la presencia de pivotes impidieron que girara completamente hacia el convento. Después de unas oraciones, Rufino Madrigal tomó la mano de la hermana superiora del convento y dedicó a las religiosas la levantá del paso: “Ellas sí que son costaleras de los demás, y no nosotros, que venimos a disfrutar”, dijo. La hermana fue la encargada de tocar el martillo y el paso se marchó a los sones de “¿Quién te vio y no te recuerda? Saeta jerezana”, partitura que duró hasta que el paso giró ya en la calle Cardenal Cisneros.




















Con la marcha "Santísimo Cristo de las Siete Palabras", la Virgen del Rosario recorrió los últimos metros hasta la puerta de San Vicente, ante la que se volvió y se detuvo. Posteriormente, se retiraron los topes de los zancos y Rufino Madrigal llamó a los costaleros para indicarles que la última levantá se dedicaba a la propia Hermandad de las Siete Palabras.
A continuación, poco a poco, el paso se acercó en silencio a la puerta para entrar; una maniobra complicada por la estrechez y la altura de la ráfaga, pero que se solventó sin problema alguno.











Minutos antes de las diez y media de la noche, el paso de la Virgen del Rosario arrió definitivamente en el interior de San Vicente, en la nave de la Epístola, ante el altar de la Virgen de los Desamparados y bajo la atenta mirada de la Virgen de las Mercedes, que hace poco más de un mes vivió la misma gozosa situación. 
La Hermandad de las Siete Palabras, corporación resultante de no pocas fusiones de cofradías, cumplió así, afortunadamente este año en la calle, con su parte letífica un 1 de noviembre más.

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