lunes, 24 de abril de 2017

MIÉRCOLES SANTO 2017: EL PLACER DE PATEARSE LA CIUDAD VIENDO COFRADÍAS

Digámoslo con claridad. La gente que planta su silla en la acera para ver una cofradía que probablemente va a tardar un par de horas en pasar, si no más, es gente a la que no le gusta la Semana Santa. Igual que a los que se levantan en verano a las ocho de la mañana para ser el primero en clavar la sombrilla en la orillita no les gusta la playa. Porque de playas en España y, en concreto, en Andalucía, andamos bien servidos. Playas urbanas, vírgenes, calas solitarias... Hay para todos los gustos sin necesidad de pegarse el madrugón para quedarse inmóvil en una primera línea playera que en cualquier caso la marea se encargará de que sea absolutamente efímera.
Si volvemos al paralelismo con los cansadísimos consumidores, que no cofrades, de procesiones que se pasan toda la Semana Santa esperando (¡qué aburrimiento!), está claro que la Semana Santa es eso que está discurriendo por diferentes puntos de la ciudad mientras el aburrido sillero se la pierde por estar sentadito en una calle, defendiendo su "privilegiado" hueco con uñas, dientes y malos modos.
Esto pensaba yo el Miércoles Santo cuando, tras ver a la Hermandad de la Sed por su barrio y seguirla por las primeras calles de su itinerario, me iba en busca del Carmen y pasaba por la calle San José. Al final de ésta, junto a la Iglesia de San Nicolás, ya había aburridos silleros esperando a la Hermandad de San Bernardo, que en ese momento estaba empezando a salir allá en su barrio. Lo vi y pensé: "Éstos van a ver San Bernardo en el mismo sitio que yo". Luego lo comprobaremos.
Pero es que, más adelante, de camino a la calle Feria, paso por Orfila y veo gente encerrada tras unas vallas dispuestas a ver allí, a pie quieto, las diferentes cofradías que en esta jornada pasan por ella, siendo la primera la Sed, ¡la que yo venía de ver aún en la lejanía de Nervión! Y no, no eran personas mayores que no pudieran patearse la ciudad. Al contrario. Eran jóvenes que, como diría mi padre, parece que han nacido cansados. Me dieron ganas de acercarme a ellos y decirles: "Paciencia, chavales. Yo, mientras tanto, voy a ver Semana Santa".
Para ver las cofradías de esa manera, yo recomendaría hacerlo en casa, sentado en la comodidad del sofá y viendo... no diré ninguna retransmisión porque no puedo recomendar ninguna tele en la que lean mensajes de Twitter hasta la extenuación ni ninguna en la que los comentaristas se crean pregoneros o en la que un paso parado signifique abrir la veda a cualquier comentario insustancial dicho por encima de marchas, saetas o la dedicatoria de una levantá. Así que recomendaré simplemente ponerse un DVD de "Momentos Cofrades". Mucho mejor eso que estar durante horas viendo los zapatos de los viandantes en Orfila o San José.
Lo dicho: el Miércoles Santo de este cronista comenzó en el barrio de Nervión con la Hermandad de la Sed y el magnífico crucificado que muestra su lado más humano desde la cruz, pidiendo que alivien su sed; un ruego respondido con la misma maldad con la que se desarrolló todo el proceso de la Pasión del Señor.
Venía el Cristo de la Sed con corona de espinas y potencias, y sobre un monte de claveles rojos que contrastaban con el brillo del dorado de este paso, que se enfrentaba a un calor tan intenso como el del día anterior. El principal estreno de este paso venía detrás, con la Banda de Cornetas y Tambores del Rosario de Cádiz, que por primera vez tocaba en la Semana Santa de Sevilla. Esta banda gaditana, muy reclamada por los cofrades más al día en cuestiones musicales, ha sustituido a la Banda de San Juan Evangelista, que hasta 2016 acompañaba al Cristo de la Sed.
Pero, como no todo es música, en la calle Cardenal Lluch, un hombre le cantó una saeta al crucificado de Álvarez Duarte; una emotiva saeta en la que el hombre pedía desde un balcón al Cristo de la Sed que acogiera a su amigo Antonio, fallecido recientemente. "Dile que no lo olvidaré", cantaba el saetero por su amigo, y añadía que tenía una pena muy grande por no poder volver a verlo.
Ya en Eduardo Dato, otro hombre le cantó una saeta al Cristo a pie de calle, dando cumplimiento así a una promesa. Después, el Cristo de la Sed se encaminó al Hospital de San Juan de Dios, donde como siempre lo esperaban los enfermos y el personal sanitario.



























El paso de palio de la Virgen de Consolación, radiante con esos famosos cristalitos de Swarovski de sus caídas brillando con el sol, venía detrás con un exorno floral formado por rosas blancas. Tras el giro de la calle Cristo de la Sed, antigua Padre Coloma, a Cardenal Lluch, el paso se detuvo y el capataz quiso dedicar la levantá a Antonia, “que está pasando un problemilla y ha venido buscando consuelo; por ella y por su familia”.
El palio había salido de la Parroquia de la Concepción con la candelería encendida, pero las largas horas de estación de penitencia que había por delante aconsejaban apagarla para que no se gastara antes de tiempo. Por ello, armado con un pequeño cartón, un hermano se subió para ir apagando cada cirio haciendo aire a los pabilos. Tan entregado estaba y tanto se metía entre los varales para alcanzar los cirios, que en un momento dado se chamuscó un poco su propio pelo, algo que no pasó de un susto tras ser advertido por el público.
Antes de dejar atrás Cardenal Lluch hubo tiempo para una saeta desde la propia calle, y después el palio de la Virgen de Consolación, con su barquito de orfebrería de 2014 en su mano derecha, salió a Eduardo Dato con un buen número de petaladas y con la marcha “Esperanza Macarena” a cargo de la Banda de la Oliva de Salteras.
Antes de alcanzar el Hospital San Juan de Dios sonarían “Virgen de la Palma” y “Coronación Macarena”. Durante esta interpretación, el palio se detuvo para que fuera retirado un guardabrisa de uno de los candelabros de cola, que se había roto. A continuación, la dolorosa de Dubé de Luque entró en el recinto hospitalario dispuesta a mirar con sus ojos azules a los enfermos a los sones de “Estrella Mater Dolorosa”.






























En el centro histórico, en la calle Feria, la Hermandad del Carmen tomaba el testigo de la de los Javieres y salía a las calles para realizar su estación de penitencia. Escena importantísima la que nos muestra esta cofradía en su paso de misterio, donde Nuestro Padre Jesús de la Paz ve cumplido su vaticinio y asiste a las tres negaciones de San Pedro. El primer Papa de la Iglesia Católica vencido por el miedo y el actual, el Papa Francisco, se reconoce a sí mismo como humano, que es tanto como decir como pecador. Los pasos no son sólo chicotás, marchas y saetas. Hay también que meditar sobre lo que uno contempla.
El Señor de la Paz, vestido con túnica blanca lisa, presentaba este año un exorno floral compuesto de diferentes especies de color rojo en su paso, que estrenaba un moldurón de madera tallada por José Carlos Ligero y dorado por David de Paz. Este moldurón ha supuesto recuperar los antiguos respiraderos de terciopelo y malla que habían sido sustituidos por los de talla de Sergio Acal que ahora ha desechado la hermandad.
La Agrupación Musical Virgen de los Reyes, de la que la rumorología llegó a decir después de la Semana Santa de 2016 que no volvería a acompañar a este paso, interpretó la marcha "Azucena de Sevilla" en los primeros metros de Peris Mencheta, y después dio un recital en el doble giro de dicha calle a Mata y a Belén con las composiciones "Venga de frente", "Sevilla en primavera" y "Consuelo gitano" ya en la Alameda de Hércules.





























Una mujer lograba dar con su nieto entre las filas de nazarenos del cortejo de la Virgen del Carmen. Había estado buscándolo en el tercer tramo del Cristo, hasta que cayó en que en realidad iba en el tercero de Virgen. “Está ya una con la memoria…”, comentaba.
Y tras el nieto de la señora y todos los nazarenos de su cortejo, hizo su aparición el paso de palio de Nuestra Señora del Carmen en Sus Misterios Dolorosos, advocación completa de esta dolorosa de Francisco Berlanga que ha estrenado en su paso de palio cuatro nuevas jarras de José Manuel Bernet, a imagen y semejanza de las jarritas de la delantera, regalo del resto de hermandades del Miércoles Santo con motivo de la primera salida bajo palio de la dolorosa en 2009.
Jacintos y rosas blancas adornaban el paso de palio de la Virgen del Carmen, que ha llevado flores rosas en los últimos años. En el giro de Peris Mencheta a Mata, la Banda Municipal de Aznalcóllar interpretó la marcha “Al Cielo con Ella”, a la que después seguiría para salir por la calle Belén a la Alameda la marcha “Coronación”.
Atrás, en Peris Mencheta, un grupo de mujeres se quedaron con las ganas de cantarle a la Virgen, dado que el paso no se paró a su altura. Uno de los Hermanos Gallego, capataces de la cofradía, les explicó que si el fiscal no le dice que pare el paso, no lo puede parar.





























Dicho y hecho. Este cronista se encontró con el Cristo de la Salud de San Bernardo en el mismo sitio en el que lo vieron quienes esperaban desde horas antes a las puertas de San Nicolás; sólo que para entonces había visto ya dos cofradías y buscaba la tercera. Y sin esperas. Y, por supuesto, sin sillita.
La cantidad enorme de nazarenos que lleva la Hermandad de San Bernardo (demasiados para ver la cofradía a pie quieto desde el mismo punto), hizo que desde la zona de la Alfalfa tuvieran que empezar a colocarse de tres en tres para garantizar el cumplimiento de los horarios.
El paso del Santísimo Cristo de la Salud llegaba a San Nicolás por la calle San José, con el eterno exorno floral de claveles rojos salpicados de lirios morados. Los Villanueva iban mandando el paso, que fue desviado levemente de su camino para acercarse a la puerta de San Nicolás, donde esperaba una representación de la Hermandad de la Candelaria, con su paso de palio mirando hacia la calle.
Fue breve la parada ante los cofrades que habían vivido su estación de penitencia el día anterior. Enseguida, el paso del Cristo de la Salud se levantó y siguió hacia Muñoz y Pabón con la representación del Arma de Artillería detrás, otorgando un ritmo marcial a la corporación del arrabal desde el que San Fernando planificó la reconquista de la ciudad de Sevilla.





























Dos turistas extranjeros discutían en la calle Santa María La Blanca. Uno empujó al otro al pasar sin pedirle permiso y el empujado le afeó la conducta. “If you ask, I move”, dijo. Pero el primero no parecía entender que es precisamente la capacidad de comunicarnos mediante el lenguaje lo que nos diferencia de los animales. Y que aunque un empujón también se sabe interpretar, lo mejor es pedir paso. Esto hay muchos que no lo entienden y queda evidente en Semana Santa en cualquier esquina. Tanto si son ‘guiris’ como si no. Y no digamos ya en incomprensibles casos en los que los amantes de las sillitas de los chinos, los que han nacido cansados, tienen la feliz ocurrencia de atascar un cruce. En ese caso, ni con el uso del lenguaje ni con el empujón.
Para poner paz llegó la Virgen del Refugio en su completísimo paso de palio, cuajado siempre de velas rizadas, además de los claveles blancos salpicados de azahar que invariablemente suponen año tras otro el exorno floral.
Tras detenerse ante la representación de la Hermandad de las Nieves en la puerta de la interesante Iglesia de Santa María La Blanca, el paso de palio continuó a tambor hasta pararse lo más cerca posible del balcón desde el que una joven le cantó una saeta. A continuación, la Virgen de los ojos grandes, primera dolorosa que Sebastián Santos talló para Sevilla, siguió hacia la calle San José a los sones de la marcha “Madre de Dios” a cargo de la Banda de Música de la Cruz Roja; marcha que coincide en su título con el del convento por el que iba a pasar minutos después la dolorosa de San Bernardo.






















La tarde del Miércoles Santo comenzaba poco después a llenarse de color con el rojo muy vivo de los capirotes de los nazarenos de la Lanzada, un rojo combinado con las túnicas y capas de color crema. La sangre y el agua que brotaron del costado de Cristo tras la Lanzada se representan así en la vestimenta de los nazarenos que desde San Martín buscaron Saavedras y Alberto Lista, en ese pequeño rodeo por la Alameda que lleva a cabo la hermandad en su camino de ida a la carrera oficial.
El Cristo de la Lanzada ha salido este año por última vez antes de la restauración que va a practicar Juan Manuel Miñarro, y que va a suponer su retirada del culto durante algunos meses. La Virgen de Guía, por su parte, estaba perfectamente vestida con un tocado liso muy elegante, además del manto rojo y la saya azul, ambos bordados en oro.
Y otro aspecto llamativo fue el exorno floral, compuesto por un monte de claveles rojos, lo cual suele ser lo habitual, pero con un friso en el que se combinaban esas flores con rosas malvas y lirios morados, dotando de gran belleza y colorido esta escena en la que la Virgen, San Juan y las tres Marías asisten impotentes a la Lanzada que el Señor acaba de recibir en su costado por parte de Longinos.
La Banda de Cornetas y Tambores de las Tres Caídas de Triana venía un año más tras este paso de misterio de grandes dimensiones, interpretando “Bulería en San Román” para el giro de Alberto Lista a Conde de Torrejón, donde el misterio salió de las sombras y se expuso al caluroso sol de la tarde.























Detrás, el personalísimo paso de palio de María Santísima del Buen Fin, que ha tenido que salir este año a la calle con el antiguo manto procesional de la Virgen de los Desamparados de San Esteban debido a un problema ocurrido, según explicó la propia hermandad, en la tintorería donde fue llevado su manto. La diferencia fue imperceptible, dado que ambos mantos son de terciopelo burdeos sin bordado alguno.
Ismael Vargas va al frente del martillo de este paso de palio de estilo neogótico al que acompaña la Banda de Música María Santísima de la Victoria, de Las Cigarreras, y que ha salido este año con un adorno floral compuesto a base exclusivamente de rosas blancas colocadas de forma cónica tanto en las jarras delanteras como en las laterales.
Con la marcha “Virgen de los Negritos”, anticipo musical del Jueves Santo, la Virgen del Buen Fin realizó el giro de Alberto Lista a Conde de Torrejón de camino a la Alameda de Hércules.





















Y del rojo de la Lanzada, al azul del Baratillo, hermandad que ha estrenado en la calle este año dos importantes restauraciones. Por la abarrotada recta que conforman las calles Reyes Católicos y San Pablo, iban haciéndose los dueños de esta parte del centro (es la única hermandad del Miércoles Santo que entra en la carrera oficial desde la zona de Rioja y Velázquez) los nazarenos con túnica y antifaz de color azul mecánico, que es exactamente el tejido que visten estos cofrades del Arenal.
El primer estreno importante que se ha podido ver en la calle por parte de esta hermandad venía en el paso de la Piedad y era Ella misma, la imagen de Nuestra Señora de la Piedad, que el año pasado fue restaurada por Juan Manuel Miñarro, aclarando considerablemente una policromía que estaba muy oscurecida. Se notó la diferencia y una mayor consonancia con la imagen del Cristo de la Misericordia, restaurado también por Miñarro en 2012.
Sobre el monte de claveles rojos que adornaba el paso de la Piedad, el conjunto de ambas imágenes, una de Fernández Andes y la otra de Ortega Bru, salió de Pastor y Landero a Reyes Católicos, donde la Banda de Cornetas y Tambores de Nuestra Señora del Sol tocó una marcha clásica: "Cristo del Amor", con la que el paso, mandado por Julián Huertas, avanzó hacia San Pablo tras cruzar la que ya es sólo una imaginaria Puerta de Triana, que se mantiene viva, como tantas otras, únicamente en el callejero.

































También la Virgen de la Caridad fue restaurada por Miñarro, aunque de eso hace ya mucho más tiempo, ya que fue en los años noventa. Así que, en este caso, el estreno de restauración hubo que buscarlo detrás, en el manto, que ha recuperado el esplendor perdido gracias a la intensa labor llevada a cabo por el taller de Sucesores de Caro, precisamente el taller del que salió el manto en 1964.
La restauración ha consistido en el pasado de los bordados a un nuevo soporte de terciopelo morado y en la limpieza y reposición de las piezas. Ha sido un largo trabajo de casi dos años, ya que, como se recordará, en 2016 la Caridad del Baratillo tuvo que salir con el manto de Borrero de la Esperanza de Triana.
El morado esplendoroso del manto se ha combinado este año con el rosa de los claveles que adornaban el paso de palio. En él, venía en triunfo la Virgen de la Caridad en una calle Pastor y Landero llena de cofrades y público que la acompañaban en el inicio de su estación de penitencia.
Y detrás, la Banda de Música del Carmen de Salteras enlazaba marchas, como “Pasan los campanilleros” aún en Pastor y Landero, y después “Como tú ninguna” y “Reina de Triana” en el giro a Reyes Católicos.




















Con bastante calma, se llenaba la calle Goles de románticos nazarenos blancos con escapulario carmesí de la Hermandad de las Siete Palabras. Hay que subrayar un año más el acierto en la prolongación del itinerario de ida que aprobó hace algunos años esta cofradía, que antes limitaba su recorrido de ida a un trozo de San Vicente y a la calle Alfonso XII.
El Nazareno de la Divina Misericordia, obra de un gran valor artístico, presidía como siempre el primer paso, donde, hay que insistir, la hermandad debería plantearse reponer las águilas de plata robadas en las esquinas de la trasera.
Lirios morados conformaban el exorno floral del paso del Nazareno, que volvió a salir con su túnica burdeos bordada en oro y con los Ariza como capataces, labor que en el Miércoles Santo la dinastía de capataces compatibiliza con los dos pasos de la Hermandad del Buen Fin.

























Poco después hacía acto de presencia el paso del Santísimo Cristo de las Siete Palabras, donde Jesús, desde la cruz, convierte a María, aquí advocada como Virgen de los Remedios, en madre de toda la humanidad al decirle: "Madre, ahí tienes a tu hijo", y a San Juan: "Hijo, ahí tienes a tu madre".
Es un paso muy alto por la gran altura a la que va la cruz de este Cristo que tallara Felipe Martínez. Sin embargo, durante gran parte de la calle Goles, el Cristo anduvo bajado para que se pudieran sortear dos cables que cruzaban la calle de lado a lado.
La Banda de Cornetas y Tambores Esencia volvió a acompañar musicalmente a este paso de misterio que es un clásico calvario, con el Cristo, la Virgen y San Juan acompañados por las tres Marías, y todo ello sobre un paso de otro tiempo, en concreto de finales del siglo XIX, que acertadamente ha sabido mantener la hermandad, al contrario que otras que se han deshecho de auténticas maravillas, alguna de ellas hace muy poquito tiempo.
El paso del Cristo de las Siete Palabras ha contado este año como exorno floral con rosas rojas y anthurium del mismo color.






















Ya anochecía cuando desde la calle Baños desembocaba en Goles el paso de palio de la Virgen de la Cabeza, que no ha estrenado la bambalina trasera, como ha dicho alguno, sino la delantera, ya que la que estos años hemos visto en la delantera ha sido reubicada detrás. Por lo tanto, lo nuevo en este paso ha sido la caída frontal, que incluye el escudo de la hermandad y que ha sido bordada por Jesús Rosado, siguiendo el diseño de José Asián Cano.
El párroco de San Vicente y delegado diocesano de Hermandades y Cofradías, Marcelino Manzano, presidía este paso de palio de la dolorosa de la Cabeza, que venía adornado con rosas blancas y acompañado musicalmente por primera vez por la Banda de Nuestra Señora del Carmen, de Villalba del Alcor, que por Goles interpretó la marcha “Pasa la Virgen Macarena”.



















Iba de camino a ver los Panaderos y me acordaba de los que horas antes esperaban entre la valla y la pared en Orfila. ¿Estarán bien? ¿Entretenidos? ¿Necesitarán agua? ¿Más bolsas de pipas, quizá?
Si aún estaban ahí, verían salir la Hermandad de los Panaderos de su Capilla de San Andrés, con varias restauraciones en su haber, tales como la cruz de guía, el libro de reglas y los candelabros del paso de misterio en el que Jesús se deja prender en el Huerto de los Olivos tras la traición de Judas, quien ya en el paso se lleva una mano a la cabeza al ser consciente de lo que ha hecho. Todo ello en presencia de San Juan, Santiago y San Pedro, y con “los malos” reunidos todos en la delantera del paso: los dos judíos y los dos soldados romanos.
El Señor del Soberano Poder ha lucido este Miércoles Santo de nuevo su característica túnica blanca de pelo de camello y el paso ha repetido variado exorno floral con claveles rojos, lirios y jacintos morados y rosas malvas; una combinación que, con más o menos variantes, parece que se puso de moda en muchos misterios a partir sobre todo de 2014 y que aún perdura.
La Banda de Cornetas y Tambores de Las Cigarreras ponía sus sones tras este paso de misterio, combinando marchas más recientes con otras de corte clásico, como fue el caso de "Amor de Madre" en el giro de la calle San Miguel a Trajano.










Poco después al ir los nazarenos muy pegados entre sí para dejar avanzar por detrás al Buen Fin, llegaba el paso de palio de la Virgen de Regla, que dejaba atrás la calle Amor de Dios a los sones de "La Estrella Sublime" a cargo de la Banda de Música Santa Ana de Dos Hermanas.
Un año más... y van demasiados, la dolorosa de los Panaderos ha salido con el manto de proporciones exageradas confeccionado en 2010 con motivo de su Coronación Canónica. Empiezan a esfumarse las ilusiones de que la junta de gobierno opte por sacar algún año el manto antiguo, el de dimensiones más razonables. Parece que la norma es ésta y no queda otra que acostumbrarse. O bien ver grabaciones de la cofradía en la calle anteriores a la Coronación. Busque, compare...
En cuanto a la saya, ha sacado la que Mariano Martín Santonja ha pasado a terciopelo azul, restaurando los bordados, obra de Juan Manuel Rodríguez Ojeda de 1899. Muy conseguido el exorno floral, a base de diferentes especies de tonalidades rosas.
Para el giro de San Miguel a Trajano, la Banda de Santa Ana interpretó "Mi Amargura", marcha muy efectista que tiene casi tantos admiradores como detractores. Para gustos, los colores.

















Tras dejar libre la calle San Miguel, la Hermandad del Buen Fin pudo recorrerla en su totalidad en su camino de regreso al antiguo Convento de San Antonio de Padua. Gana público cada año la cofradía en esta parte de su recorrido por la zona de Jesús del Gran Poder y la Plaza de la Gavidia, por la que el paso del Cristo del Buen Fin discurrió a buen ritmo.
Llevaba un monte de diversas flores de color rojo en las que se mezclaban cardos y espinos. En las jarras de las esquinas y los costeros no faltaron, eso sí, las rosas rojas tan habituales en este paso. Por su parte, la Banda de Cornetas y Tambores de la Centuria Macarena soplaba y redoblaba en este más que recomendable camino de vuelta a casa de la cofradía franciscana.
Hubo tiempo en esta zona para una dedicatoria de levantá muy especial: “Por Eduardo, un chiquillo que lo está pasando mal; a ver si el Cristo del Buen Fin le da fuerzas”, dijo el capataz en la calle de Las Cortes, antes del giro hacia la Plaza de la Gavidia.

























El paso de palio de la Virgen de la Palma es uno de ésos que ganan de noche con toda la candelería encendida y ese techo que simula el de un palacio abierto en el centro al cielo perfectamente iluminado. Es, además, un palio original, muy personal, con esos ángeles de talla que Castillo Lastrucci realizó para un diseño muy llamativo de Ignacio Gómez Millán. Quizá al cronista se le note su especial predilección por el paso que preside Nuestra Señora de la Palma. Pues sí. ¿Qué le vamos a hacer?
Y ¿qué decir del exorno floral? Contenía diferente especies de color blanco que estaban salpicadas por otras realizadas con hojas de palma procedentes de la localidad alicantina de Elche. Hay hueco para la innovación, sobre todo siempre que se haga con buen gusto.
La Banda de Música de las Nieves de Olivares sonaba tras el paso de palio de esta cofradía en la que ya se han asentado los Ariza, quienes cogieron las riendas como capataces tanto del Cristo como de la Virgen en 2015.
Con la marcha “Amarguras”, la Virgen de la Palma avanzó desde el final de San Miguel hasta Las Cortes, con sus dos giros incluidos. Después, alcanzó la Plaza de la Gavidia con la composición “Reina de la O”.


























Por la Plaza del Cristo de Burgos regresaba a la Parroquia de San Pedro la hermandad del mismo nombre. Polémicas previas al margen, la cofradía discurrió por el lado derecho de la plaza, sin que los puestos de venta ambulante de los que tanto se habló en las horas y días previos supusieran ningún obstáculo.
Se puede decir que esta hermandad fue fundada por la anterior, la del Buen Fin. O más bien, por hermanos del Buen Fin descontentos con los franciscanos de finales del XIX que residían en San Antonio de Padua. De ahí la coincidencia en la advocación de ambas dolorosas. El Cristo sí que mantuvo su denominación tradicional de Cristo de Burgos por su parecido con el crucificado de la Catedral de la ciudad castellana; y eso pese a que los cofrades procedentes del Buen Fin encargaron a Manuel Gutiérrez Reyes Cano que eliminara precisamente los rasgos que lo emparentaban con aquel antiguo crucificado.
En cualquier caso, el Cristo de Burgos que nos ha llegado es de una gran belleza, y especialmente si lo contemplamos sobre su paso de madera en su color, un monte de lirios morados, cuatro hachones y con los frondosos árboles de su plaza como marco. Y como acompañamiento, además de la capilla musical, una saeta que se le cantó cuando el Cristo ya enfilaba el lado derecho de la plaza.













Desde la calle Sales y Ferré, que muchos se empeñan en llamar “y Ferrer”, el paso de palio de Madre de Dios de la Palma salió a la Plaza del Cristo de Burgos a los sones de “Margot”, de Joaquín Turina. Lentamente, el palio rojo de Rodríguez Ojeda fue girando, “derecha ‘alante’ izquierda atrás”, a las órdenes de Antonio Santiago, parándose después en un extremo de la plaza, momento en que desde el mismo balcón que antes se le cantó a la dolorosa una saeta.
A continuación, el paso, adornado con sus habituales claveles blancos, se levantó y continuó su camino a los sones de la "Marcha Fúnebre" de Chopin, sones melancólicos como las sensaciones que deja en el cofrade la contemplación de la única hermandad de negro del Miércoles Santo.


















Completada la lista de nueve cofradías del Miércoles Santo, quedaba tiempo para ver una entrada muy reposada y de gran sabor, como es la de las Siete Palabras. El primer paso, el del Nazareno de la Divina Misericordia, entra sin darse la vuelta, sino mirando hacia la iglesia. Parece fácil, pero los costaleros han de echar el cuerpo un poco a tierra para que la cruz pase por el arco de medio punto de la Parroquia de San Vicente.
Una saeta fue el único acompañamiento para este paso en el momento de la entrada, además, claro está, de los sones de la Banda Esencia que se podían escuchar a lo lejos, tras el paso de misterio. 


Después, con el paso del Cristo de las Siete Palabras a punto de alcanzar el templo, el capataz, Rufino Madrigal, quiso dedicar la levantá a Luisma, "un compañero que hoy se retira por motivos laborales, pero le guardaremos el sitio para cuando vuelva". A continuación, el paso se acercó a la puerta de la parroquia con la marcha "Amor de Madre" y, después, mientras se bajaba la cruz para poder entrar, una mujer le cantó una saeta.



Finalmente, ante el paso de palio de la Virgen de la Cabeza también quiso dedicar Rufino Madrigal una levantá, en este caso al fiscal del paso, "que ha pasado sus cositas", según dijo. Después, sonó "Pasan los campanilleros", que se comenzó a tocar por segunda vez, aunque esta repetición fue interrumpida cuando el paso se detuvo antes de entrar, lo que hizo con el Himno Nacional a las 2,50 de la madrugada.



Acababa en San Vicente el Miércoles Santo y surgía la duda: ¿Y los apostados en la calle Orfila abrazados a las vallas? ¿Seguirán allí viendo la entrada de los Panaderos? Si esperan un poco más pueden ver la Exaltación sin moverse ni medio centímetro...

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