jueves, 27 de abril de 2017

VIERNES SANTO 2017: JORNADA DE MELANCOLÍA PARA DISFRUTAR Y REPETIR

Jornada de Viernes Santo. Día grande en Sevilla en el que se mezcla el cansancio acumulado tras la Madrugá y una cierta melancolía por el cada vez más inmediato final de una Semana Santa que estaba resultando completa y que así iba a terminar.
Parece un chiste, pero no lo es. En la esquina de Arfe con la Puerta del Arenal coincidieron turistas vascos, leoneses y extremeños. Uno de los de la vecina Extremadura, quizá por cercanía, tenía más conocimientos de la Semana Santa sevillana y resolvía las dudas de los otros, algunas de ellas verdaderamente curiosas. Por ejemplo, la pareja vasca, que llegó a Sevilla la tarde del día anterior y que al día siguiente partía para Ronda, preguntaba por qué las hermandades que salen por la noche van en silencio. Las cofradías que alcanzaron a ver durante la Madrugá fueron casualmente las de negro y dieron por hecho que todas iban igual. El extremeño les sacó de su error.
Los turistas ven aparecer desde el final de Adriano la cruz de guía de la Hermandad de la Carretería. "Éstos van de negro. ¿Van en silencio?", preguntan los vascos. Los leoneses opinan que más bien parece azul. Y el extremeño les resuelve las dudas: "Sí, las túnicas son azules y sí llevan música. Pero hay hermandades que van de negro y también llevan música".
El Viernes Santo es una jornada para disfrutarla sin prisas. Hay tiempo para verlo todo, incluso repitiendo alguna cofradía, y puede uno deleitarse con la tranquila contemplación de las diferentes hermandades que son auténticas joyas de una Semana Santa con siglos a sus espaldas.
La Carretería, la primera en llegar a la carrera oficial, se iba abriendo paso poco a poco, con sus elegantes nazarenos de terciopelo azul y guantes de cuero (con este calor) caminando lentamente, por la Puerta del Arenal hacia la calle Castelar. Además, tiene un cortejo no demasiado largo, lo que invita a verla desde la cruz de guía, que es de las más antiguas, hasta el último músico del paso de palio.
No tarda, por tanto, en llegar el misterio de las Tres Necesidades, en el que la Virgen de la Luz, ante su Hijo, el Cristo de la Salud, crucificado entre ladrones, necesita escaleras para subir a recoger el cuerpo, una sábana para amortajarlo y un sepulcro donde depositarlo. San Juan y las tres Marías la acompañan con la sábana en la mano, mientras detrás, Nicodemo y José de Arimatea, que será el que proporcione el sepulcro, sujetan las escaleras con las que están a punto de subir a la cruz para quitarle los clavos de las manos al Señor.
Todo ello a través de imágenes del siglo XVII de diversos autores y en un paso originalísimo de Guillermo Muñiz, que en los inicios de los años veinte talló una mole de hojarasca tallada en madera en su color con una cuerda dorada que parece atar todo el canasto para sujetarlo. Las garras que van en los extremos de los zancos terminan de darle personalidad a un paso adornado con lirios morados y cardos.
La Banda de Cornetas y Tambores de Las Cigarreras, con un cuidado repertorio, pone música a tan completa escena de calvario que es guiada como capataz por Juan José Cobos. Desde la calle Arfe hasta introducirse en Castelar, el misterio de la Carretería, iluminado por el sol que tantos Viernes Santos de años atrás ha faltado, caminó lentamente a los sones de "Amor de Madre".


















Pasa el misterio y los vascos preguntan si es que viene otra hermandad detrás porque ven más nazarenos. “Es la misma hermandad, pero es que ahora viene la Virgen”, dice el extremeño. Y esa Virgen, la segunda dolorosa que tiene la hermandad, es la que tallara en 1629 el jerezano Alonso Álvarez de Albarrán y a la que la hermandad llamó Nuestra Señora del Mayor Dolor en su Soledad.
Es también la Banda de Las Cigarreras, en este caso de música, la que se encarga de acompañar a este paso de palio de corte decimonónico que ha ganado mucho con las diferentes modificaciones y el enriquecimiento de los bordados que se ha ido llevando a cabo en los últimos años.
La marcha "Nuestro Padre Jesús" fue la que sonó al pasar de Arfe a Castelar tras la Virgen del Mayor Dolor, cuyo palio estaba adornado con claveles y rosas blancas, además de paniculata.



















Y de nuevo al cronista se le van a notar sus predilecciones. En concreto, la que reside en la calle Carlos Cañal, de nombre Soledad y de apellido de San Buenaventura. La cofradía que tiene sus orígenes en una cruz de cerrajería ubicada cerquita de la calle Feria salía con puntualidad a las seis menos cinco de la tarde, momento en que la cruz de guía, réplica de aquella histórica cruz que hoy se encuentra en el altar de la dolorosa, recibió una emocionada saeta procedente de un balcón. Hay que tener en cuenta que la Santa Cruz es titular de la hermandad, al igual que el Cristo de la Salvación que se quedó en el interior del templo a la espera de poder formar parte del cortejo algún día.


Más tarde, con la fachada de la iglesia conventual iluminada por el sol, salía la Virgen de la Soledad, vestida de forma impecable por José Antonio Grande de León y con un exquisito exorno floral compuesto de rosas de color malva.
La cruz ante la que va la Soledad tiene que ser bajada para poder salir por la puerta, siendo subida en la primera parada del paso. En el momento de la salida, la Banda Municipal de Música de Mairena del Alcor interpretó el Himno Nacional y después tocó únicamente el tambor mientras el paso giraba a su derecha y se detenía. Fue en ese mismo instante cuando comenzó a ser elevada la cruz, y la misma mujer de antes le dedicó una saeta a la Virgen de la Soledad, tan bien cantada como la anterior.
El paso, comandado por José Manuel Rechi, comenzó a andar en dirección a Méndez Núñez mientras la saetera remataba su cante. Después, la dolorosa de Gabriel de Astorga siguió acompañada ahora por su marcha, "Soledad Franciscana", inspiradísimos sones de Viernes Santo con los que el paso buscó las primeras calles de su recorrido.





















De San Buenaventura nos vamos a la calle Reyes Católicos, completamente llena de gente que quiere ver no una, sino dos hermandades, el Cachorro y la O, las últimas cofradías trianeras de la Semana Santa.
Al igual que en 2016, el Santísimo Cristo de la Expiración ha salido este año con corona de espinas y potencias. Además, ha contado como exorno floral con un monte de claveles rojos salpicados de lirios morados. El Cachorro, protagonista central del cartel de la Semana Santa de 2017, acababa de cruzar el puente acompañado por numerosos cofrades a los sones de la Banda de Cornetas y Tambores de la Presentación al Pueblo de Dos Hermanas, que en el lejano Domingo de Ramos lo había cruzado también detrás del Señor de las Penas de la Estrella.
Ismael Vargas mandaba delante de este paso en el que, de forma dramática, Francisco Antonio Gijón supo reflejar con su gubia el preciso instante en el que Jesús encomendó su espíritu al Padre. Lo del gitano apodado "Cachorro" en cuyo último hálito de vida se inspiró el imaginero se queda en el terreno de la leyenda. Aunque, sobre el nombre popular del trianero Cristo de la Expiración, una niña le explicaba a otra en Reyes Católicos su propio punto de vista: "Tenía que llevar un cachorro ahí arriba", decía.
"Cristo del Amor" fue la marcha con la que el Cachorro entró en la calle San Pablo tras atravesar la Puerta de Triana. Después, para alcanzar la Parroquia de la Magdalena, la marcha interpretada por la banda de Dos Hermanas fue "Amor y Sacrificio".



























Muchos nazarenos de túnica y antifaz negros con capa blanca después, ya que el Cachorro es la hermandad con el cortejo más amplio del Viernes Santo, venía Nuestra Madre y Señora del Patrocinio, la Señorita de Triana, en su palio de Olmo de gran originalidad y belleza adornado con claveles rosas, como es costumbre.
La que es mediadora universal entre Dios y los hombres, como indica la insignia Mediatrix que forma parte del cortejo y que ha sido restaurada este año en el Taller de Santa Bárbara, caminaba por Reyes Católicos a los sones de "Sevilla cofradiera", seguida por el cortejo de raso morado de la O, cuyo Nazareno se veía al fondo cruzando también el puente.
Francisco Reguera mandaba este paso que preside una dolorosa cuyas lágrimas están a punto de brotar de sus ojos, pero aún no recorren sus mejillas; un detalle que hace más bello su rostro. Si el Cachorro está a un solo instante de la muerte, la Virgen del Patrocinio lo está de romper a llorar amargamente. El Cachorro es, por ello, la hermandad de los instantes, de la línea que marca el límite exacto entre dos estados diferentes: de la agonía a la muerte, de la pena al llanto.
Y para tratar de suavizarlo, la Banda de Música de la Oliva de Salteras encadenaba marchas, como "Procesión de Semana Santa en Sevilla" por la Puerta de Triana y "Virgen de Montserrat" por San Pablo, como guiño a la Hermandad de Montserrat que, desde su cercana capilla, iba a comenzar poco después su estación de penitencia.





























Con el Cachorro ya en la carrera oficial, por la Alfalfa iniciaba su estación de penitencia la Hermandad de San Isidoro, que este año ha presentado como novedad el llamador del paso del Señor de las Tres Caídas, realizado en bronce bruñido y sobredorado por Jesús Domínguez.
En completo silencio, el Nazareno caído atribuido a Alonso Martínez recorrió la calle que lleva su nombre hasta la Plaza de la Alfalfa y tomó Alcaicería para salir a la Plaza de Jesús de la Pasión, a la que todo el mundo sigue y seguirá conociendo por su nombre antiguo: Plaza del Pan.
Vestía este año el Señor la misma túnica que en su besamanos del Domingo de Pasión; la de terciopelo granate bordada en oro por Francisco de Saavedra en 1718, que es la más antigua de las que tiene la imagen en su interesante ajuar.
Un monte de claveles rojos decoraba este paso en el que el Señor cae bajo el peso de la cruz y detrás el Cirineo, salido de las mismas manos que el Cachorro, las de Francisco Antonio Gijón, trata de ayudarle a completar el camino hasta el Calvario.
Antonio Hierro, que se había estrenado el día anterior delante del paso del Cristo de la Fundación de los Negritos, mandó parar el paso en la misma Plaza del Pan antes de afrontar la doble revirá que tenía por delante, pasando a las calles Lineros y Córdoba, camino de la Plaza del Salvador.
















Cerrando el cortejo, y también en silencio, aunque son muchas las voces que reclaman una banda detrás, venía el paso de palio de Nuestra Señora de Loreto, con su habitual representación del Ejército del Aire junto a Ella, al ser esta advocación la Patrona de la aviación debido al traslado de la casa de la Virgen por el aire llevada por ángeles hasta recalar en la ciudad italiana de Loreto, de la que recibe su nombre.
Diversas flores blancas, principalmente rosas en las jarras laterales y azahar sobre los respiraderos, adornaban esta "domus aurea" que tiene la particularidad de tener dorados los varales, los respiraderos, las jarras y los candelabros de cola, lo que hace único a este paso de palio en el que la Virgen de Loreto luce espléndida tras su reciente restauración.















Y de una cofradía de absoluto silencio, a otra que desde la cruz de guía va callando a la gente con el sonido de la esquila que porta el característico muñidor. Es la Hermandad de la Mortaja, que en su único paso nos muestra la escena inmediatamente posterior a la del descendimiento, con el cuerpo inerte de Jesús en brazos de la Virgen de la Piedad, en presencia de José de Arimatea y Nicodemo, que acaban de bajar al Señor, y de San Juan, María Magdalena, María Salomé y María Cleofás, que se preparan para amortajar el cuerpo para su traslado al sepulcro.
Es invariable el exorno floral de este impresionante misterio, con claveles rojos, aunque no estaría mal algún año verlo con lirios morados, una flor que le daría otra visión cromática y que no desentonaría nada con la solemnidad de la escena que se representa.
Un trío de capilla y la Escolanía María Auxiliadora anteceden a este paso de misterio que lleva también delante un total de dieciocho ciriales, que una vez más hay que recordar que no se refieren a las personas que asistieron al entierro de Cristo, como se sigue repitiendo machaconamente, sino que alude a los dieciocho notarios o escribanos públicos que, siglos atrás, conformaban en Sevilla este gremio, que tanta relación tuvo con esta hermandad.
Antonio Santiago mandaba delante de este paso, que avanzaba por la calle Feria después de hacer una parada en San Juan de la Palma ante la representación de la Hermandad de la Amargura, siguiendo el itinerario de ida que acertadamente modificó la cofradía del antiguo Convento de la Paz, dejando de pasar por Imagen, la Encarnación, Laraña y Orfila.
Después de Feria, el paso se introdujo por Castellar a Alberto Lista y Saavedras, saliendo a la Plaza de San Martín, donde la Hermandad de la Lanzada, con su paso de misterio en la puerta del templo con los candelabros encendidos, recibió a los cofrades de la Mortaja, que luego siguieron por Cervantes hacia la carrera oficial.


























Decíamos que el Viernes Santo permite verlo todo con tranquilidad y repetir. Por ejemplo, la Soledad de San Buenaventura, que regresaba ya a su templo por Zaragoza, donde sonó “Ione” para el giro a Carlos Cañal.
Más adelante, la Banda de Mairena del Alcor interpretó “Jesús de las Penas”, seguida por “Soledad franciscana”, que había sido la primera marcha que se pudo escuchar tras la Virgen de la Soledad en la salida y también fue la última antes de entrar.
El paso, que de noche ofrece una estampa completamente distinta, pero llena igualmente de belleza con la Virgen, las flores y el paso de madera contrastando con las cartelas de plata, giró ante la puerta mientras sonaba la marcha de Abel Moreno. Afortunadamente, no se cumplieron los temores y, pese a que el paso se detuvo ya cuadrado delante de la fachada del templo, la banda no interrumpió la interpretación de la marcha, que se pudo escuchar en su totalidad.
Y después de la marcha, de nuevo una saeta a cargo de la misma saetera que cantó en el momento de la salida. Cuando ésta finalizó, ahora ya sí, se procedió a la entrada en el templo conventual con la cruz bajada y la banda tocó el Himno Nacional cuando faltaban algunos minutos para las once de la noche.








Pero aún quedaba mucho Viernes Santo del que disfrutar, por ejemplo con la Hermandad de la O, que estaba discurriendo por la calle Temprado a punto de ser recibida en su capilla por la Hermandad de las Aguas. Como la Lanzada ante la Mortaja, también la cofradía del Lunes Santo tenía las puertas abiertas de par en par y en ellas asomaba el paso de palio de la Virgen de Guadalupe con toda la candelería encendida, ya bastante gastada.


Tras dejar atrás la calle Santander, el Nazareno de la O giraba a Temprado con la Torre de la Plata como testigo de excepción en el lugar por el que antes había pasado también la Carretería. Con túnica de terciopelo morado y sobre un monte de lirios del mismo color, el Señor cargaba con la cruz de carey y plata sobre su paso dorado restaurado en los últimos años, al que se le hicieron nuevas cartelas y nuevos ángeles.
Los Ariza son los encargados de mandar ante los dos pasos de la que es su hermandad de toda la vida, que tras el paso del Nazareno lleva a la Banda de Cornetas y Tambores Nuestra Señora del Sol. Después de algunas paradas en la calle Temprado, el Señor que afortunadamente pudo ser restaurado después del asalto a la Parroquia de la O en el 36 alcanzó la Capilla del Rosario, donde fue recibido por la Hermandad de las Aguas, con su hermano mayor a la cabeza.
El paso se detuvo ante la capilla, momento en que un joven cantó una saeta desde un balcón, y a continuación se alejó por Dos de Mayo hacia Rodo a los sones de la marcha "Aguas de Guadalupe", que tantas veces tocó la Banda del Sol tras el Cristo de las Aguas, hasta que la hermandad rompió el contrato que mantenía con ella para sustituirla por la Banda de las Tres Caídas.


























El rato que estuvo el Nazareno de la O girando y parado ante la capilla de las Aguas impedía avanzar al cortejo del paso de palio, que se veía obligado a ir de breve chicotá en breve chicotá, sin que diera tiempo, por ejemplo, a escuchar marchas enteras, como ocurrió con "Como tú ninguna", que la Banda del Carmen de Salteras cortó en el inicio de Temprado al tener que detenerse el palio.
Jesús Heredia aprovechó la parada junto al Hospital de la Caridad para cantarle una saeta a la Virgen de la O, en cuya letra hizo alusión a su Coronación Canónica, de la que el próximo mes de junio se cumplirán diez años, finalizando con la frase "¡qué ganas tiene Triana de verte a ti 'coroná'!".
Cuando ya el cortejo pudo continuar, el paso de palio de la dolorosa que Castillo Lastrucci talló para sustituir a la antigua, dañada gravemente en el mencionado asalto al templo, siguió a los sones de "Azul y plata", llegando después hasta la Capilla del Rosario con la marcha "Nuestra Señora de Guadalupe", composición que se inició por segunda vez, aunque fue cortada cuando el palio, que estrenaba la restauración de los respiraderos por el taller de Villarreal, se detuvo ante la Hermandad de las Aguas.
Rafael Ariza llamó después a los costaleros y les indicó que la siguiente levantá iba "por la Hermandad de las Aguas y por la Virgen de Guadalupe, que ha cumplido cincuenta años; por su junta de gobierno y todos sus hermanos".
Seguidamente, el paso de palio, adornado con diversas especies de flores de color rosa, se alejó de la capilla a los sones de la marcha "Reina de la O", que fue incomprensiblemente interrumpida cuando el paso se paró a unos veinte segundos de que finalizara la partitura. Tres interrupciones de otras tantas marchas en apenas dos calles. Sigo esperando que algún día alguien me dé una explicación convincente a por qué hay que cortar las marchas cuando los pasos se paran. Esperaré sentado.
































Llegamos a la Hermandad de Montserrat, que volvía a casa por la calle Zaragoza. Al Cristo de la Conversión del Buen Ladrón muchos lo llaman el Gran Poder crucificado, por el parecido de su rostro con el del Señor de Sevilla, pero lo cierto es que, aunque ambas imágenes fueron talladas en el mismo año, en 1620, el crucificado de Montserrat es unos meses anterior al Gran Poder.
En cualquier caso, estamos ante otra genialidad salida de las manos de Juan de Mesa, al que su prematura muerte impidió dejarnos una lista mucho más larga de grandes obras de arte que llaman, todas ellas, a la devoción y a la reflexión.
Es el caso del Cristo de la Conversión, que ya en la cruz tiene tiempo aún para dotar de santidad a uno de los ladrones, a San Dimas, que se enfrenta al desprecio de Gestas y defiende la divinidad de Jesús. “Acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”, le dice. Acto seguido, Dimas tiene el enorme privilegio de escuchar las más bellas palabras que nadie ha escuchado jamás: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”.
De toda esta escena, alfombrada de lirios morados, es testigo en el misterio de Montserrat la imagen de Santa María Magdalena, que ha salido este año recién restaurada por Rocío Sáez Millán.
La Banda de Cornetas y Tambores de las Tres Caídas completaba tras el Cristo de la Conversión una larga jornada, después de haber acompañado durante la Madrugá y la mañana del Viernes Santo al Cristo caído de Triana. Después de una saeta en la calle Cristo del Calvario, el paso hacía su entrada en la capilla con la interpretación de su marcha, "Conversión del Buen Ladrón". 



























Ya en la Puerta de Triana, tras salir de la calle Zaragoza, el capataz Fernando Fernández Goncer llamaba a los costaleros del paso de palio de Nuestra Madre y Señora de Montserrat y les indicaba que la levantá se dedicaba a Antonio Carmona, “un compañero que se retira hoy y que lo ha dado todo desde el principio”. El palio, con su característica crestería de plata y las caídas por fuera de los varales, se levantó con fuerza y se adentró en la calle San Pablo.
La Virgen de Montserrat, dolorosa atribuida igualmente a Juan de Mesa, afrontó las últimas calles de su itinerario siempre perfectamente acompañada musicalmente por la Banda del Maestro Tejera, que competía con los sones que se escuchaban a lo lejos de la Hermandad de la O, que en ese momento salía a Reyes Católicos desde Pastor y Landero.
Para el giro a Cristo del Calvario, la Banda de Tejera interpretó “Sevilla cofradiera”, tras la que el paso se detuvo junto al mismo balcón desde el que una mujer le había cantado al Cristo de la Conversión y que ahora hacía lo propio con la dolorosa.
Finalmente, sonó la marcha de Pedro Morales “Virgen de Montserrat” para el giro del paso de palio ante la puerta de la capilla, entrando en ella de frente, como había hecho antes el misterio.
































Eran las dos de la madrugada y diez minutos cuando se cerraban las puertas de la Capilla de Montserrat, cerrándose así para este cronista el Viernes Santo. Sólo quedaban dos días por delante; sólo seis hermandades.

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