martes, 24 de abril de 2018

ASILO Y PROTECTOR


Pendiente desde antes de Semana Santa teníamos el reportaje sobre la exposición "Asilo y protector", dedicada a la imagen del Santo Crucifijo de San Agustín, histórica devoción sevillana que hoy sigue viva en la Parroquia de San Roque, siendo titular de la actual cofradía penitencial de Nuestro Padre Jesús de las Penas y Nuestra Señora de Gracia y Esperanza.
La temática de la muestra, que se celebró entre los días 15 y 22 de marzo, era subrayar cómo tan importante devoción de la ciudad por este crucificado se ha manifestado en el mundo del arte a través de obras de distintas disciplinas y varios artistas.
En primer lugar, reproducimos el texto inicial donde se hablaba de la propia imagen del Santo Crucifijo de San Agustín:
"Se trata de una obra de Agustín Sánchez Cid realizada en 1950, que reproduce al original perdido en los disturbios de 1936, de autor anónimo y fechado hacia 1314. Originalmente se veneró en la iglesia del Convento de San Agustín, en una capilla situada en la cabecera de la nave del Evangelio, y allí se mantuvo hasta el siglo XIX, cuando pasa a la citada parroquia en tres ocasiones; primero por la Invasión Francesa, luego por el Trienio Liberal y definitivamente tras la Desamortización de Mendizábal. Allí quedó depositado hasta su destrucción en la Guerra Civil y posterior reposición al culto gracias a la hechura de la nueva escultura. 
Es una de las imágenes que mayor devoción ha aglutinado en la historia de la ciudad, hasta el punto de ser conocida como 'El Cristo de Sevilla'. Rogativas por escasez de lluvias, por inundaciones, enfermedades y conflictos bélicos fueron protagonizadas por la piedad popular sevillana, que volvía sus ojos a este crucificado en estas situaciones calamitosas, y que encontraban en él remedio a sus necesidades. Todo ello hizo que la Corporación Municipal lo llamase 'Asilo y protector del sevillano pueblo' y que desde muy antiguo la relación del Ayuntamiento con la imagen fuese muy estrecha.
Miguel de Cervantes, Agustín de Rojas Villandrando o Blanco White se hacen eco en distintos momentos de los hechos que comentamos. Asimismo, como reflejo de la devoción que había hacia este crucificado, existen numerosas reproducciones en grabado, pintura y escultura que dan fe de la dilatada historia del mismo".

En otro texto se hablaba acerca de la invención del Santo Crucifijo:
"Invención es un término latino que significa 'hallazgo'. Las imágenes de gran devoción tienen a su alrededor un halo misterioso en torno a su origen, que se les da en época posterior a su propia creación. La aparición de estos hechos legendarios coincide con la de máximo apogeo devocional. En el caso de nuestra ciudad, la Virgen de la Hiniesta o la Virgen de la Antigua son un ejemplo de imágenes encontradas de modo milagroso. 
El Cristo de San Agustín, según cuenta la leyenda, fue hallado por un hortelano en el año 1314 en una acequia del Campo de los Mártires. Se decía que era un hombre virtuoso y por esta razón el cielo le reveló dónde se encontraba el crucificado. La imagen tenía el brazo derecho desenclavado y la mano puesta sobre su costado. El labrador (aunque otras fuentes dicen que era pastor) lo llevó al Convento de San Agustín por ser el lugar más cercano a donde apareció. Allí fue recibido con gran alborozo por los frailes y, ante la vista de todos, extendió milagrosamente el brazo para quedar clavado en la cruz. Desde ese momento presidió la vida espiritual de la comunidad agustina y se convierte poco a poco en el centro devocional de la ciudad. 
Este tipo de leyendas tiene un doble objetivo. El primero es otorgar un origen sobrenatural a la propia imagen, cuya existencia es siempre revelada a una persona humilde y de corazón puro. El segundo es recalcar el origen cristiano del territorio conquistado por las tropas castellanas, viéndose de este modo el pasado musulmán como un paréntesis, tras el cual la fe católica emerge de nuevo con la aparición de estas imágenes que se encontraban escondidas por los cristianos que temían su destrucción. Recalcamos que nos movemos en el terreno de lo legendario, por lo que estos hechos no tienen ninguna veracidad histórica, si bien son importantes en cuanto al mundo de las tradiciones".

Iniciamos el repaso a las obras que formaban parte de la muestra "Asilo y protector" y lo hacemos con una cruz de tabla pintada al óleo y con pan de oro, realizada por Antonio Díaz Arnido con el título "Santo Crucifijo".


De Jesús Zurita es una obra en grafito y temple sobre papel adherido a tabla, titulada "Aparición del Cristo de San Agustín".


Y también con forma de cruz es la pintura al óleo sobre tabla titulada "Deus in nobit habitat", obra de Andrés Carrasco Pérez, donde vemos una interpretación libre de la imagen del Cristo de San Agustín.


Por su interés para entender el contexto histórico de la devoción al Santo Crucifijo de San Agustín, reproducimos el texto que se encontraba a continuación:
"La sociedad del Antiguo Régimen tenía una economía basada en el sector agrario, por lo que cualquier alteración meteorológica significaba malas cosechas y, con ello, hambre. El remedio ante esta situación era implorar al cielo la caída de las lluvias o el cese de las mismas. La primera rogativa de la que tenemos constancia que protagoniza el Santo Crucifijo es la de 1525 con motivo de una grave sequía. Que se decidiera sacar a esta imagen nos da indicios de la consideración que ya debía tener entre el pueblo. La procesión se encaminó a la Cruz del Campo y cuenta la tradición que se vio por encima de los Caños de Carmona a un niño gritando 'Misericordia, Señor Nuestro', lo que enfervoreció mucho más el ambiente. Comenzó a llover y el muchacho nunca más apareció, siendo así que desde el lugar donde se encontraba era imposible bajar en poco tiempo por la altura. Fue tan copiosa la lluvia que la procesión tuvo que refugiarse en la ermita de la Cruz del Campo y no pudo volver hasta dos días después. 
Las rogativas por sequía se repitieron periódicamente, siendo la última en el año 1905. Pero también por otros motivos se pedía la misericordia de Cristo ante esta sagrada imagen. Así, al Santo Crucifijo de San Agustín se le pide su intercesión ante el cerco que Solimán el Magnífico pone sobre Viena en 1532 para librarla de los turcos. Felipe II en 1588 ordenó hacer rogativas por el éxito de la Armada Invencible, por lo que el Cristo de San Agustín acudió a la Catedral. El patrocinio de esta imagen sobre la Flota de Indias era patente, ya que varios galeones fueron bautizados con su nombre. Es por esta devoción que el rey Felipe IV en 1655 ordena que se haga rogativa al Santo Crucifijo ante un intento de ataque de la escuadra inglesa, que pudo ser esquivada gracias a una espesa niebla. En acción de gracias, la Casa de Contratación acudía cada 18 de julio al Convento de San Agustín.
Pero sin duda el episodio más notable en la historia de este crucificado fue la rogativa por la peste del año 1649. Esta epidemia diezmó la ciudad en tal modo que quedaron despoblados los barrios de la Macarena y San Julián. Ante la magnitud de la calamidad, el Ayuntamiento y el Cabildo Catedral no tienen otro remedio que implorar al cielo y dirigirse al Convento de San Agustín para pedir a la comunidad el crucificado y realizar la rogativa. El 2 de julio de 1649 se verificó la procesión en medio de una ciudad agonizante. Se dirigió a la Catedral, donde quedó instalado entre el altar mayor y el coro, volviendo al convento al día siguiente. Desde ese mismo día comenzó la mejoría de tal modo que el 24 del mismo mes se colgó la bandera blanca en el Hospital de la Sangre (hoy Parlamento de Andalucía), indicando que no se habían producido más muertes y que la epidemia remitía. En recuerdo de este suceso, el Ayuntamiento cada 2 de julio continúa tributando la función votiva al Santo Crucifijo.
Otras rogativas por enfermedades fueron las de 1680, 1800 (de la que se hace eco Blanco White en sus 'Cartas de España'), 1804, siendo la última en 1854 por el cólera morbo".

Seguimos con las obras expuestas con una titulada "Protector de Sevilla", obra de acrílico, óleo y lápiz sobre tabla de Ricardo Gil.


A su lado, veíamos la obra "Misericordia, Señor Nuestro", de óleo, pan de oro y pan de plata sobre tabla, de Pedro González Vázquez.


De María Garres es el "Tríptico del Cristo de San Agustín", un grafito sobre cartulina que veíamos a continuación.





Seguimos con la obra "Santo Crucifijo de San Agustín", de Álvaro Gavilán Méndez, realizada en pastel seco sobre papel.


Ignacio Pizarro Ortego es el autor de "Sevilla, 1649", obra dedicada a la rogativa al Santo Crucifijo de San Agustín por la epidemia de peste. Es un tríptico de carboncillo, grafito y acrílico sobre tabla.


Otro texto de la exposición explicaba desde el punto de vista artístico e iconográfico todo lo relativo a la imagen del Santo Crucifijo de San Agustín:
"Se puede considerar como el paradigma del crucificado del siglo XIV. Se trata de una imagen de Cristo muerto, con la cabeza inclinada sobre el lado derecho, expresión triste, cuerpo desnudo cubierto por el paño de pureza que se pliega de forma elegante en su caída y que deja al descubierto la pierna derecha. Los pies aparecen clavados en el mismo clavo y girados. Los brazos por su parte son desiguales, atendiendo a la tradición de dislocación de uno de ellos por los verdugos cuando clavaron a Jesús en la cruz. Este modelo aparece por primera vez en la decoración pictórica de libros franceses, pasando a la pintura al fresco y posteriormente a la escultura.
La devoción que suscitó este crucificado hizo que durante el periodo barroco se adaptase a las modas del momento, cuyo objetivo no era otro que presentarlas de un modo más cercano y realista a los fieles. Por ello se le añadió la peluca de pelo natural, así como otros elementos que destacan la divinidad de Cristo: la aureola cruciforme sobre la cabeza, el nimbo en el centro de la cruz y la corona de espinas de plata. Estos elementos quedaron fijados en el imaginario popular sevillano de tal modo que han permanecido en la imagen actual, si bien tenemos constancia de otros dos desaparecidos. 
El primero es el velo de niebla. Se trata de un tejido que se encontraba suspendido sobre el brazo horizontal de la cruz y que hace alusión al del templo de Jerusalén rasgado al morir Jesús. Por la pintura de la rogativa de 1737 sabemos que era de encaje o tul.
El segundo es el serafín. Se trata de un ángel de seis alas que se encontraba en la peana que sostenía a la imagen y quedaba a sus pies. Tiene su razón de ser esta proximidad, ya que este tipo de  personajes de la corte celestial sólo pueden ser vistos por Dios y por aquellas personas que Él elige. En casi todas las representaciones del Santo Crucifijo de San Agustín aparece, perdiéndose su pista tras el último traslado a San Roque en 1830.
Delante del Santo Crucifijo se veneraba una Dolorosa, de la que tenemos constancia al menos desde finales del siglo XVIII y que aparece en el grabado que la comunidad regala al Conde de Chinchón. Se encontraba arrodillada y con las manos juntas, y se pierde con la invasión francesa. Al reponerse al culto en el monasterio se sustituye por un busto de la misma iconografía y finalmente a principios del siglo XX un hermano de la Congregación del Santo Crucifijo de San Agustín regala el busto que vemos hoy, obra granadina del taller de José de Mora, fechada hacia 1700 y que logró salvarse del incendio de 1936".

Reproduciendo en distintas disciplinas artísticas todo lo anterior, veíamos a continuación el óleo sobre tabla titulado "Y el sol se eclipsó", de Rubén Terriza.


De Manuel Bautista Gamaza es la obra de terracota policromada "Cristo de San Agustín y Nuestra Señora de Gracia".


"Cristo de San Agustín" es el título del relieve de terracota con esmalte cerámico y lustre de oro de Daniel Maldonado y Luciano Galán.


Y basado en el ángel descrito antes, Pablo Lanchares es el autor de un querubín de terracota policromada.


Enrique Carrascal reprodujo el paño de pureza del crucificado en una obra titulada "Aureum purum", bordada en oro sobre polipiel, latón y tela de algodón.


Veíamos después un crucifijo denominado "Archetypus hominis", realizado en terracota policromada por Abraham Ceada Santana.



Al patrimonio artístico del Convento del Santo Ángel pertenece una pintura al óleo sobre tabla del Cristo de San Agustín realizado por autor desconocido en el siglo XVII.


Otra interpretación del Santo Crucifijo de San Agustín es la que presentaron David Romero y Francisco Rovira, del taller de Daroal, de terracota policromada.


También de Francisco Rovira era un boceto de San Agustín de Hipona, fundador de la orden de los agustinos, a la que pertenecía el antiguo convento sevillano. Es una obra pintada a grafito sobre cartulina.


Y otra obra más de David Romero y Francisco Rovira es un busto de terracota policromada de Nuestra Señora de Pompeya.



La exposición nos mostraba ahora una pintura a carboncillo y lápiz sobre papel de Ángel Alén, titulada "Santo Crucifijo de San Agustín".


A través de un fotograbado de Santi León veíamos a la primitiva imagen del Santo Crucifijo de San Agustín en su altar, con los distintos elementos descritos en el texto anterior.


Continuamos con un texto relacionado con la antigua hermandad del Santo Crucifijo de San Agustín y su relación actual con la de San Roque:
"Una de las hermandades penitenciales más antiguas de la ciudad fue la del Santo Crucifijo de San Agustín y Nuestra Señora de Gracia, cuya fundación sitúa Montero de Espinosa en 1380. Tuvo principio esta cofradía a raíz de la devoción que suscitó la imagen, integrándola la nobleza de la Ciudad. Realizaba estación de penitencia a la Cruz del Campo el Viernes Santo, quedando exenta de la obligación de ir a la Catedral tras las disposiciones del Cardenal Niño de Guevara en 1604.
La corporación se mantuvo en estado floreciente hasta finales del XVIII, cuando cae en la inactividad, pasando sus bienes y alhajas al fisco de Su Majestad. La Desamortización hace que el crucificado termine recibiendo culto en la Parroquia de San Roque, donde se reestablece la hermandad en 1875, realizando su salida procesional en la tarde del Miércoles Santo con dos pasos: en el primero iba el crucificado mientras que en el segundo bajo palio la Virgen de Gracia, obra atribuida a Juan de Astorga por el profesor Roda Peña que se encontraba en la parroquia y cuya procedencia se desconoce. Durante esta nueva etapa, la hermandad se vincula al movimiento obrero católico, como podemos observar en sus reglas, en las que se trataba que los obreros pudiesen descansar los domingos para poder asistir a la eucaristía.
Tuvo el Cristo de San Agustín en el siglo XIX dos pasos; uno de estilo neobarroco y otro neogótico, así como la Virgen de Gracia otros dos palios, uno de orfebrería y otro con caídas de terciopelo con adornos en metal, si bien el primer año procesionan ambos titulares juntos formando el calvario con una imagen de San Juan.
Diversos desencuentros entre la hermandad y el párroco, Don Aniceto de la Fuente, hicieron que ésta entrase en un periodo de postración haciendo su última estación de penitencia en el año 1896. En 1901 la hermandad comienza a tramitar su reorganización, que es frenada por el párroco. Éste en 1898 había fundado la Congregación del Cristo de San Agustín, que realizaba cultos en Cuaresma y salida procesional a la Cruz del Campo, la cual se verificó durante los años 1898, 1900, 1903 y 1916. Ante este impedimento, los hermanos de la Cofradía del Santo Crucifijo se ven obligados a fundar una nueva hermandad con su titular mariana, a la que se les hizo cambiar de advocación, llamándose primero de la Esperanza y posteriormente de Gracia y Esperanza. Como Cristo tomaron al Nazareno de las Penas, que existía en la Parroquia y procedía de una congregación de mujeres extinguida.
La actual Hermandad de San Roque es por tanto la continuadora espiritual de la Hermandad del Cristo de San Agustín, al que finalmente reciben como titular en 1990".

Relacionado con todo lo indicado en este último texto, veíamos a continuación varias fotografías, algunas del Cristo solo y otras en su paso neogótico o en el neobarroco con la Virgen de Gracia y San Juan, un antiguo grabado, tres carteles de cultos de los años 1876, 1912 y 1925, y una cruz alzada de la Hermandad de San Roque rematada por un crucificado inspirado en el de San Agustín y la bandera del Cristo que forma parte del cortejo de la cofradía cada Domingo de Ramos.














Finalizaba la exposición con una vitrina en el centro de la sala que ocupaba esta muestra, en la que veíamos diferentes elementos, como un ejemplar del libro conmemorativo del VI centenario del Santo Crucifijo, de 1914, que incluye un discurso de Joaquín Hazañas y la Rúa.


Veíamos también una novena al Santo Crucifijo de San Agustín del siglo XVII, que hoy en día se encuentra en el Monasterio de San Leandro.


Del año 1900 es un libro de quinario y una estampa que se mostraba también en esta vitrina.



La empresa Hijos de Miguel Fernández Palacios editó una invitación a una reunión en 1947 que incluía dos fotos; una del Santo Crucifijo de San Agustín y otra del refectorio del convento agustino, sede por entonces de dicha empresa.


Continuamos con una fotografía del palio de la Virgen de Gracia por la Plaza de San Francisco y una cromolitografía del paso del Cristo de M. Grima, ambas del siglo XIX.



A su lado se mostraba un pequeño retablo cerámico del Cristo de San Agustín realizado en 2015 por Cristóbal Rodríguez Fernández, reproduciendo la antigua iconografía del crucificado.


Seguimos con las llaves de la ciudad de Sevilla, concedidas por el Ayuntamiento a la Hermandad de San Roque por su vinculación a la imagen del Santo Crucifijo de San Agustín.


A su lado, se mostraba una fotografía del paso de palio de Nuestra Señora de Gracia, la antigua imagen atribuida a Juan de Astorga.


Muy curioso es el primer plano del rostro del primitivo Santo Crucifijo de San Agustín, a través de una fotografía de Francisco Murillo de 1914 perteneciente al archivo fotográfico de la Universidad de Sevilla.


Se mostraba después la reproducción de un grabado de autor anónimo de principios del siglo XIX del Santo Crucifijo.


Más antiguo, del siglo XVII, es otro grabado de autor desconocido en el que aparecen algunos exvotos.


También se mostraba el paso de palio de la Virgen de Gracia en la reproducción de un dibujo de Manuel García Ramos.


Otro grabado también con exvotos y del siglo XVII se exponía igualmente en la vitrina.


Por último, podíamos ver la reproducción de un grabado del Santo Crucifijo de San Agustín con velo de tiniebla, realizado por un autor desconocido en el siglo XVIII.


Sin duda, tuvimos ocasión el mes pasado de asistir a una exposición muy interesante para conocer con detalle y poner en su lugar en la historia de Sevilla a la imagen del Santo Crucifijo de San Agustín; referente devocional para los sevillanos durante siglos.
La Hermandad de San Roque, que lo tiene como titular a través de la imagen de Agustín Sánchez Cid, es por tanto la depositaria de una importantísima devoción histórica de la ciudad. Estaría bien que se planteara la posibilidad de volver a sacar al Cristo a las calles en un tercer paso, saldando así una deuda que la ciudad mantiene con el crucificado en el que depositó todas sus preocupaciones, miedos y esperanzas.

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