domingo, 1 de febrero de 2015

BESAMANOS, CON BARRERAS, A MARÍA SANTÍSIMA DE LA PAZ


El pasado domingo tuvo lugar el besamanos a María Santísima de la Paz, que fue ubicada al fondo del presbiterio de la Parroquia de San Sebastián, ataviada con el manto de tisú de plata bordado en plata por Sucesores de Esperanza Elena Caro en 2009, la saya de Manuel Solano, estrenada en 2014 con bordados también en plata sobre tisú, y la corona de salida, de Juan Fernández (1941).
La Virgen de la Paz, sobre una fina peana, lucía sobre el pecherín una cruz de plata con rosas de Francia y aguamarinas, del siglo XIX, y sostenía en la mano izquierda un rosario y la rama de olivo de plata de los Hermanos Delgado (1995). Asimismo, del fajín de general de seda roja con tres entorchados dorados pendía la insignia del Regimiento número 2 de Ingenieros donada a la hermandad en el siglo XX.
La dolorosa de Illanes estaba ante el dosel de cultos de la cofradía, y éste, a su vez, se encontraba ante un cortinaje rojo que cubría por completo el retablo principal del templo. A ambos lados de la Virgen estaban dos de los ángeles del paso del Señor de la Victoria con filacterias de color blanco, y dos columnas doradas salomónicas con sendas jarras del paso de palio con flores blancas.
Detrás, junto al dosel, se ubicaron un total de catorce candeleros también del paso de palio con cera blanca y otras dos jarras con flores.












Hasta aquí la descripción habitual de un besamanos. Pero, desgraciadamente, en este caso hay que destacar lo que a todas luces es una de las cosas más absurdas que uno ha tenido ocasión de contemplar en un culto de este tipo.
En un momento dado, pasadas las dos y media de la tarde y con la Parroquia de San Sebastián prácticamente vacía, sin aglomeraciones de ningún tipo, varios miembros de la hermandad, entre ellos su hermano mayor, empezaron a mover bancos del templo para dar forma a una auténtica barricada ante el altar.
Con cinco bancos, montaron una especie de corralito que, según comentaban, se iba a mantener incluso cuando llegase la hora de los fotógrafos, que deberían ubicarse como sardinas en lata en ese espacio acotado por barreras de madera.
Lo curioso del asunto es que dejaron un estrecho paso en un lado para el acceso de quienes quisieran besar la mano de la Virgen de la Paz, lo que dificultaría sobremanera la subida y bajada de los correspondientes escalones a las personas mayores. Pero no importaba. Lo realmente importante era "impedir que la gente se quede ahí delante", como decía una de las personas que convertían bancos de una iglesia en vallas de seguridad. Obviaban, por tanto, que esa "gente" que en un besamanos se coloca ante las imágenes titulares son devotos que aprovechan un culto de este tipo para estar cerca de la Virgen o de Cristo para rezar o para contemplar silenciosamente a la imagen de sus amores. Pero no, no importa. Lo único que interesaba a estos hermanos era hacer del presbiterio una gymkhana antidevotos.
Curiosamente, un instante antes de montar la barricada, estuvieron los miembros del escuadrón de la hermandad un buen rato junto a la Virgen de la Paz, llenando por completo el presbiterio, impidiendo a la gente acercarse a besar la mano y haciendo todas las fotos con cámaras y móviles que les apeteció. Siempre ha habido clases.



Pero, cuál no sería la sorpresa de quienes, incrédulos, contemplaban estas maniobras, cuando al intentar ver a la dolorosa por el lateral izquierdo que comunica el presbiterio con la Capilla Sacramental, se encontraban otra barricada con más bancos que impedían no sólo el acceso, sino incluso sentarse a rezar ante el Sagrario y ante el Señor de la Victoria. "Son las normas del párroco", dijo uno de los hermanos. No sabemos si eso es cierto, o si los párrocos son como los niños, que siempre es bueno que estén para echarles la culpa.


Uno se queda sin palabras para definir lo visto en la Parroquia de San Sebastián, porque un besamanos es, por su propia definición, el culto en el que los devotos más cerca deben sentir y tener a sus titulares. Pero no. Visto lo visto, parece que la junta de gobierno hubiera preferido no tener que celebrar este culto. Y lo cierto es que, para plantearlo como una barricada en la que sólo faltaron los antidisturbios para mantener a la "gente" alejada de la Virgen, quizá lo mejor es que el año que viene no se celebre el besamanos. Al fin y al cabo, los titulares de la hermandad están mucho más cerca de sus devotos cualquier otro día del año desde su altar de culto diario...

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