miércoles, 10 de junio de 2015

CORPUS 2015: SEVILLA ARRODILLADA ANTE JESÚS SACRAMENTADO

 

Sevilla vivió el pasado jueves la que durante siglos fue fiesta principal de la ciudad, la del Corpus Christi. Y aunque poco queda de los esplendores de antaño, la procesión de la Catedral sigue siendo, como siempre decimos, para quien así lo sepa ver, uno de los momentos cumbre del calendario religioso. No en vano, es el mismo Jesús Sacramentado en la Eucaristía el que sale a las calles gracias, en lo material, al esmerado trabajo de las monjas del Convento de la Encarnación. Son ellas quienes dan forma a la Forma, mediante la que el Cuerpo de Cristo se hace presente por el centro de la ciudad.
Pero antes de la Custodia de Arfe hay que ver un largo, larguísimo cortejo, que arranca pasadas las ocho de la mañana y que cuando termina de salir por la Puerta de San Miguel, una gran parte de él ya ha entrado por la Puerta de los Palos. El itinerario (Avenida de la Constitución, Plaza de San Francisco, Sierpes, Cerrajería, Cuna, Plaza del Salvador, Villegas, Francos, Placentines, Argote de Molina, Alemanes, Placentines y Plaza de la Virgen de los Reyes) no es suficiente para que los nueve pasos que conforman la procesión estén en la calle al mismo tiempo.
Y es que eso es algo que venimos comentando año tras año. Es de todo punto inexplicable la enorme cantidad de cofrades que integran muchas de las representaciones de las hermandades. La Estrella, el Rocío de Triana, los Gitanos, la Esperanza de Triana o la Bofetá pueden considerarse entre las más numerosas este año. Es cierto que no se pone límite al número de integrantes de cada hermandad, como sí ha empezado a hacerse, por cierto, en la Hermandad del Santo Entierro cada Sábado Santo; pero quizá las hermandades deberían poner algo de sentido común para no eternizar una procesión que nadie es capaz de ver a pie quieto desde un punto, salvo en una de las sillas que, a un precio bastante elevado, se ponen a la venta a lo largo del itinerario.
Pero es que, si tenemos en cuenta además que muchos de los integrantes de estas representaciones van charlando entre ellos, algunos demasiado animadamente y de los temás más variados y ajenos a lo que se está celebrando, menos sentido tiene todavía esa gran cantidad de personas formando parte de una procesión cuyo significado probablemente ni siquiera todos ellos comprenden. A la Sevilla cofradiera que ha roto ya sus costuras en la Semana Santa, el Corpus tampoco se le ha escapado.
La mañana dejaba ya adivinar el calor de la jornada cuando la alfombra de romero que recorría todo el itinerario perfumaba las calles antes de que miles de zapatos pasaran por ella. Es curioso ver cómo los primeros tramos de la procesión pisan ramas verdes de romero, mientras que los últimos sólo encuentran una especie de serrín marrón sin olor alguno. Suerte tiene Santa Ángela de la Cruz, que es la primera.
Antes, abren el cortejo los Niños Carráncanos, con una campana el primero y con hachetas de color rojo los demás, y el guión sacramental de la Hermandad del Sagrario. A partir de ahí, comienza la sucesión de hermandades, en este caso las de gloria, a excepción de las que tienen carácter sacramental, ordenadas según su antigüedad.




La Hermandad de los Sastres es la última antes del paso de Santa Ángela, de cuyo exorno se ocupa desde su incorporación a la procesión la Hermandad de la Amargura, que tiene a la fundadora de las Hermanas de la Cruz como titular.
Alejandro Ollero, capataz de la dolorosa del Domingo de Ramos, lo es también de este pequeño paso que preside la talla que realizara José Antonio Navarro Arteaga, y que estaba exornado por azucenas y rosas blancas, con cuatro candeleros y varias jarras del paso de palio de la Amargura.
Un hombre que comentaba con otro la procesión le quitó la categoría de santa a quien a mediados del siglo XIX nació como Ángela Guerrero González junto a Santa Lucía. "Ésta es Santa Ángela, ¿no?", le preguntó su acompañante. "No es santa, es beata", contestó. Para muchos sevillanos, que la tratan de tú a tú cada día en su convento y le confían sus preocupaciones, no es ni una cosa ni la otra. Es sencillamente Madre Angelita, la que hizo de la humildad y la entrega a los más débiles la única razón de su existencia.

























Con la Hermandad de Pasión y Muerte arrancaba el segundo tramo de la procesión, y también lo cerraba. Con ella se iniciaba la larga sucesión de hermandades de penitencia que no son sacramentales, ordenadas según su día de salida en Semana Santa.
Pero esa misma hermandad de la Parroquia del Buen Aire era por primera vez la encargada del segundo paso, el de las Santas Justa y Rufina, que por ser trianeras es cada año una hermandad de dicho arrabal la que se ocupa de exornar y portar este paso donde van las hermanas que, lo que son las cosas, cayeron en desgracia, o mejor dicho, iniciaron su camino de santidad, el día en que se negaron a presentar sus respetos ante una procesión que pasaba por su puesto de cerámica en la romana Híspalis. Una procesión pagana, claro está.
Manuel Vizcaya, que se ha estrenado este año como capataz del Santísimo Cristo de Pasión y Muerte, era el encargado de comandar el paso de las santas talladas por Duque Cornejo en el siglo XVIII; un paso que necesita una restauración del dorado y que estaba exornado con una muy conseguida variedad floral y cromática.
Siguiendo los pasos de Santa Ángela, las Santas Justa y Rufina fueron las siguientes en pasar bajo las portadas de la Plaza de San Francisco, que han conmemorado este año el 50 aniversario de la Basílica del Gran Poder, y en pararse ante la Hiniesta Gloriosa.

























El tercer tramo de la procesión estaba formado por más hermandades de penitencia, incluyendo ya las primeras sacramentales por orden creciente de antigüedad. La distancia entre los primeros pasos es siempre mucho mayor que entre los últimos. El tercero era el de San Isidoro, del que se encarga cada año la Hermandad de las Tres Caídas de San Isidoro, precisamente.
Del paso de palio de la Virgen de Loreto se colocaron cuatro candeleros con cera blanca y dos jarras doradas con claveles blancos, flores que también se disponían a lo largo de todo el friso del paso.
Siempre hay confusión sobre quién es San Isidoro y quién su hermano San Leandro (aunque una mujer llegó a decir que uno era San Isidoro y el otro... "San Jerónimo, creo"). En realidad, es más fácil distinguirlos de lo que parece. San Isidoro fue el autor de las Etimologías, una especie de enciclopedia en la que recogió todo el saber de su tiempo. De hecho, por este motivo hubo quien defendió que San Isidoro fuera el patrón de internet. Ahí es nada. El caso es que, precisamente por este motivo, por las Etimologías que recopiló, su imagen, también de Duque Cornejo, lleva un libro en su mano izquierda, objeto que no tiene San Leandro.




















El hermano de San Isidoro, pero también de San Fulgencio y Santa Florentina (cuatro hermanos y los cuatro santos; "qué alegría para su madre", diría la mía), venía en el cuarto paso. Es decir, San Leandro, que fue también, como San Isidoro, arzobispo de Sevilla.
La Hermandad de la Macarena es la encargada cada año de este paso, que venía exornado con margaritas y racimos de uvas. Antonio Santiago guiaba a los costaleros que portaban este santo, tallado también por Duque Cornejo.
Las dimensiones del cortejo del Corpus se hicieron más que evidentes cuando, nada más salir San Leandro de la Catedral, se veían estandartes y varas de las primeras hermandades que habían completado ya su itinerario y regresaban a sus templos.























Las últimas hermandades sacramentales venían delante del paso de San Fernando, ante el que también iban las Comisiones de los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire, y el Comandante Militar de Sevilla y Huelva, que portaba el Pendón de San Fernando.
Con el paso de San Fernando llegó la música a la larga procesión del Corpus, ya que detrás iba la magnífica Banda Sinfónica Municipal de Sevilla, dirigida por Francisco Javier Gutiérrez Juan. Por la Avenida sonó "El Corpus", mientras que al llegar a la Plaza de San Francisco la banda comenzó a tocar "Madre Hiniesta".
La Hermandad del Beso de Judas se encarga de este paso, que contaba con dos jarras y dos candeleros del palio de la Virgen del Rocío. El exorno se componía de una variedad de flores rojas, en consonancia con el largo manto con el que se viste cada año a esta imagen tallada por Pedro Roldán coincidiendo con la canonización del rey santo en 1671.
La devoción de Sevilla por el rey que la devolvió a la cristiandad y de la que se enamoró hasta el punto de quedarse a vivir en ella hasta su muerte, sólo cuatro años después de su llegada, es enorme. Se nota en la admiración que sigue despertando su paso por las calles, en las caras de muchos sevillanos, y en el mismo hecho de ser el único paso que, además de la Custodia, tiene acompañamiento musical en toda la procesión.

































Acabadas las representaciones de hermandades, tras San Fernando se inician las civiles, las de diversos organismos e instituciones, entre ellas el Consejo General de Hermandades y Cofradías, así como los Colegios Oficiales, la Universidad de Sevilla, el Ateneo o la Policía Nacional.
Así llegamos al sexto paso de la procesión; el de la Inmaculada, atribuida a Alonso Martínez, del siglo XVIII. Por su advocación, es la Hermandad del Silencio la encargada del exorno del paso y de llevarlo por las calles. Aquí se ha notado este año la ausencia del capataz Antonio de León, fallecido en diciembre.
El paso estaba adornado con claveles blancos dispuestos de forma cónica en las esquinas y bicónica en los costeros, rematados con espigas de trigo que también aparecían en el frontal, bajo el llamador del palio del Silencio, y en las esquinas, junto con racimos de uvas.


























A partir de aquí, la distancia entre los pasos se reduce considerablemente. De hecho, tras la Inmaculada sólo van las representaciones de las cuatro basílicas de la ciudad (Expiración, María Auxiliadora, Gran Poder y Macarena), la Asociación de Nuestra Señora de los Reyes y San Fernando, y la Hermandad Sacramental del Sagrario.
Seguidamente, el paso del Niño Jesús del Sagrario, vestido con túnica blanca y llevado por su propia hermandad. De hecho, al final de la procesión, este paso se situó en la Parroquia del Sagrario, mientras que los demás, salvo la Custodia, se ubicaron en el trascoro, ante las puertas que dan a la Avenida de la Constitución.
La pequeña talla del Niño Jesús, recientemente restaurada y con la que Juan Martínez Montañés abrió una corriente estilística y artística de representación de tallas similares que aún hoy continúa, venía bajo su baldaquino de plata con las cuatro campanitas escondidas que recuerdan a la ilusión infantil de la Borriquita, y entre cuatro candeleros con cera roja, ya que la Sacramental del Sagrario tiene el privilegio de utilizar este color para la cera, aunque después muchas hermandades lo hayan hecho suyo.
Un variado y colorido exorno floral, donde no faltaban la juncia, el romero, las espigas de trigo y las uvas, adornaban este conseguido paso, al que seguía muy de cerca el siguiente.























Efectivamente, el penúltimo paso de la procesión del Corpus, el de la Santa Espina, conocido popularmente como la Custodia Chica, venía muy cerca del anterior. Sólo les separan representantes del Seminario Diocesano, las Órdenes Terceras, los Diáconos y las distintas comunidades religiosas con presencia en Sevilla.
La Hermandad del Valle, que posee otra reliquia de la Santa Espina, es la responsable de este octavo paso, formado por una custodia de tres cuerpos obra de Francisco de Alfaro en el siglo XVIII. En el primer cuerpo, el más grande, va la reliquia en un ostensorio; en el segundo hay una rosa de plata; y en el tercero, una campana. Una figura de la Fe, de un cierto parecido con el Giraldillo, remata la obra.
El adorno de este pequeño paso estaba formado por claveles rojos salpicados de romero, además de espigas de trigo y racimos de uvas en las esquinas y costeros, y cuatro candeleros con cera blanca.


















Y así llegamos al noveno y último paso, el de la Custodia, una impresionante obra de Juan de Arfe realizada en plata y que, además del ostensorio, cuenta con un sinfín de detalles y hasta 36 escenas bíblicas y numerosos santos, la Inmaculada, la Santísima Trinidad y la Fe. Todo ello distribuido en un total de cuatro cuerpos.
El paso de la Custodia, que cuenta con un curioso sistema de conducción con ruedas y hasta un volante, estaba adornado íntegramente con claveles blancos, romero, espigas y uvas, e iluminado con cuatro candeleros con cera blanca.
Delante iban el Tribunal Eclesiástico, el Clero Secular, la Curia Diocesana, la Universidad de Curas Párrocos, la Coral de la Catedral, los Seises, la Real Maestranza de Caballería, el Cabildo Catedral y el Vicario General del Arzobispado.
Ante el paso de la Custodia son muchos los sevillanos que muestran sus respetos a Jesús Sacramentado arrodillándose en la calle; una muestra de devoción que se ha visto más que en años anteriores, sobre todo en la Avenida de la Constitución y en la Plaza de San Francisco, donde la amplitud lo permite con comodidad.
























Cerraba la procesión tras la Custodia el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, y el obispo auxiliar, Santiago Gómez Sierra, así como el deán del Cabildo, las autoridades municipales y provinciales, la Policía Local de gala y, por último, la Compañía de Honores del Ejército con bandera, escuadra y banda de música, que arrancaba, como es habitual, aplausos a su paso.



Ha dado la sensación de haber más gente en las calles viendo la procesión del Corpus Christi que, por ejemplo, el año pasado, cuando coincidió esta jornada con la proclamación de Felipe VI como nuevo rey de España. Pero el Rey, con mayúsculas, de toda la cristiandad no es otro que el mismo Dios, cuyo Hijo ofreció su cuerpo y su sangre por la salvación del mundo. El Dios ante el que Sevilla volvió un año más a arrodillarse por las principales calles del centro histórico.

3 comentarios:

  1. Gracias por otro gran artículo, magnifica crónica y fotos.
    Por cierto, ¿pudistes ver la Pastora de Capuchinos?, espero con ansias dicha crónica.

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  2. Muchas gracias, pero me temo que no pude ver a la Pastora de Capuchinos. Mis obligaciones me lo impidieron. ¿Qué más quisiera yo que acudir a todo? Pero me resulta imposible. Lo siento.

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  3. Completamente de acuerdo, un gran trabajo. Enhorabuena.

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