viernes, 1 de abril de 2016

LUNES SANTO 2016: EL DÍA PARTIDO POR LA MITAD

Después de la completa Semana Santa de 2015 y la casi perfecta de 2014, y como a lo bueno se acostumbra uno muy pronto, casi habíamos olvidado lo que era eso de que una hermandad decidiera suspender su estación de penitencia. Pero este Lunes Santo tocaba revivir esos sentimientos, aunque no del todo. Fue un día partido por completo por la mitad, con cuatro hermandades sin salir, cuatro saliendo y otra, como Padre Pío, saliendo para al rato volver.
Como había pasado el Domingo de Ramos, el Lunes Santo también amaneció lloviendo. El problema fue que en este caso la lluvia duró algo más y, sobre todo, que la primera cofradía en ponerse en la calle, la del Polígono de San Pablo, lo debía hacer demasiado temprano, a las once y media de la mañana.
Sin demasiado margen de maniobra, el Polígono, que aún guarda en la memoria de su corta historia la accidentada salida de 2010, decidió quedarse en el templo. Quizá podría haber optado, como otras, por esperar lo indecible y después salir a correr un auténtico rally cofradiero por las calles. Pero la decisión fue de una madurez lógica ante el panorama incierto que se presentaba.
Las miradas se dirigían ahora al Tiro de Línea. Era el turno de la Hermandad de Santa Genoveva, que parecía estar dispuesta a repetir la hazaña de la Paz del día anterior. De hecho, así comenzó la cosa: esperando. Las nubes iban y venían… y se seguía esperando. Fuera, en la repleta calle Romero de Torres, la gente miraba al cielo con optimismo porque ciertamente el celeste ganaba la batalla y el sol empezaba a asomarse con decisión. Pero se seguía esperando. ¿Cómo decía Twitter? Ah, sí: “Tensa espera”.
Al fin, una hora y cuarto después de la hora oficial de salida, el hermano mayor anunciaba que la cofradía iba a salir, aunque pedía mucha atención a todos los integrantes del cortejo porque la cosa no estaba fácil. Como la Paz, la intención era cumplir los horarios en Carrera Oficial, por lo que iban a renunciar al paso por el barrio del Porvenir y por el Arenal en su camino de ida. La ausencia del Polígono, permitía tomar la Avenida hasta Plaza Nueva para recortar itinerario.
Tras el anuncio de la salida, llegó hasta la puerta de la Parroquia de Santa Genoveva la Banda de Cornetas y Tambores del Cautivo, que fue recibida con aplausos, como también ocurrió poco después con la Agrupación Musical del Juncal, que era la encargada de abrir el cortejo delante de la cruz de guía.
Por fin, alrededor de las dos y cinco de la tarde se abrían las puertas del templo y salía la cruz de guía, seguida por una decena de tramos de nazarenos, muchos de ellos de tres en tres, que con mucha rapidez fueron encaminándose hacia Almirante Topete, Nuestra Señora de las Mercedes y Felipe II, sin desviarse por el Porvenir.


Curiosamente, algún paraguas estaba abierto, pero en este caso para protegerse del sol. Ese mismo sol que iluminó a Nuestro Padre Jesús Cautivo en el momento en que los costaleros lo sacaban a la calle a las órdenes de Carlos Villanueva.
El exorno floral más clásico para este paso, monte de claveles rojos y friso de lirios morados, era el que lucía este año el Cautivo de Santa Genoveva, que giró a su izquierda para recorrer Romero de Torres.
Antes de salir a Almirante Topete, el Cautivo se paró bajo un balcón desde el que se empezó a cantar una saeta, aunque el paso se levantó sin que ésta hubiera terminado. Había prisa. El camino era largo y el retraso acumulado enorme.
























El cortejo del paso de palio tardó menos incluso que el del Cautivo en salir a la calle. Así, aproximadamente a las tres menos cuarto de la tarde comenzó a abandonar el templo la Virgen de las Mercedes, bajo su palio recién restaurado por Jesús Rosado, con la nueva gloria del techo reproduciendo el cuadro de la aparición de la Virgen a San Pedro Nolasco, de Alonso Miguel de Tovar.
Se notaba y mucho, sobre todo bajo el sol, el renovado aspecto de los bordados, así como el intenso color rojo del terciopelo. En el momento de la salida, la Banda del Carmen de Salteras interpretó “Reina de las Mercedes”. Con ella, el palio recorrió los primeros metros de su itinerario hasta quedar detenido para que un miembro de la hermandad se subiera a una escalera para colocar los remates de las caídas frontal y trasera. Una escalera que no se apoyó en el propio palio, como ocurre en otras hermandades. Hay que cuidar los bordados, que su trabajo ha costado restaurarlos.
A continuación, sin pausa, el paso de palio continuó su camino con la marcha “Lunes Santo”, y ya en Almirante Topete, amplia avenida completamente llena de vecinos, sonó “Coronación”.

































Sin embargo, pese a todo el esfuerzo, no se iba a repetir la suerte de la Paz, sino la media vuelta de Padre Pío. Sólo había pasado una hora y cuarto de la apertura de las puertas de la parroquia cuando, con la cruz de guía a la altura de la Plaza de España, se dio la orden de regresar al templo. Y como había ocurrido con la hermandad de Palmete el sábado, Santa Genoveva se volvió sin que hubiera caído una gota, sino por la previsión de una lluvia que efectivamente iba a caer pronto.
Cabe preguntarse lo mismo que el Sábado de Pasión: ¿en sólo una hora cambiaron tanto los partes como para decidir salir y después volverse?





Cuando Santa Genoveva decide regresar a casa, las hermandades del Beso de Judas y San Gonzalo ya debían estar saliendo. Ambas hermandades son expertas en el ‘arte’ de retrasar la decisión de salir o no en días como este Lunes Santo, para desesperación de sus nazarenos (los de San Gonzalo, por ejemplo, esperando en el mercado) y de la gente que aguantaba estoicamente en los alrededores de los templos.
Prácticamente dos horas transcurrieron, con nubes que descargaban algo de agua de vez en cuando, hasta que ambas cofradías anunciaron la suspensión de sus salidas. Se vislumbraba una mejoría importante del tiempo a lo largo de la tarde, pero ni en Santiago, que iba a ver uno de los grandes estrenos del año, el manto bordado de la Virgen del Rocío, ni en el Barrio León se podía estirar más la ya excesiva espera. ¿No habría que establecer un límite proporcionado de tiempo que se puede esperar en días así para salir o suspender la salida?
Si algo parecía evidente es que había una hermandad a la que le iba a dar lo mismo que el tiempo fuera a mejorar. Por decirlo de manera coloquial, Santa Marta ni estaba ni se la esperaba. Parece increíble que hace justo cuarenta años fuera esta hermandad la que protagonizara aquella estación de penitencia en solitario llevando al Cristo de la Caridad en andas bajo la lluvia. Aquel tiempo ya pasó y este Lunes Santo nadie esperaba que se fueran a abrir las puertas de San Andrés.
Afortunadamente, quedaba aún la segunda parte de la jornada: cuatro hermandades que iban a condicionar el flujo de personas que vagaban por las calles buscando algo de Semana Santa. Es lo malo de días en que unas hermandades salen y otras no. La bulla se tiene que repartir entre menos cofradías, lo que dificulta sobremanera los movimientos de la masa.
Con la zona del Postigo, Arfe y Castelar llena de gente para ver a las Aguas, la primera en salir, que estrenaba además itinerario por Puerta de Triana y calle San Pablo, una buena opción era coger sitio en Alfonso XII, por donde iban a pasar casi seguidas las hermandades de las Penas y el Museo.
Efectivamente, como si de un Lunes Santo normal se tratara, la cruz de guía dorada de las Penas dio paso a los nazarenos de ruán negro que desde la Parroquia de San Vicente se pusieron en camino para dar testimonio de fe.
Tras el estandarte corporativo (esta hermandad lo lleva en el cortejo de Cristo), la presidencia y la infantil algarabía de los monaguillos repartiendo caramelos y estampitas, llegó pronto el paso de Nuestro Padre Jesús de las Penas, antecedido por capilla musical y cuatro ciriales.
Con su clásico monte de claveles rojos y la cruz de carey y plata, el Señor de las Penas vestía la primera de las túnicas que le confeccionaron Salvador Aguilar y Manuel Mendoza, bordada en oro sobre terciopelo morado en 2001.












Poco después, desde la Plaza del Museo hacía acto de presencia el paso de palio de María Santísima de los Dolores, acompañada por la Banda de Tejera, que en el inicio de este tramo de la calle Alfonso XII interpretó la marcha “Quinta Angustia”.
Venía el paso de palio adornado con claveles blancos, salvo, como es costumbre, a los pies de la Virgen, donde había claveles rojos como los del paso del Señor. Con las bambalinas frontal y trasera restauradas en años anteriores, el taller de Sobrinos de Caro continuará con las laterales para completar los trabajos necesarios en este gran conjunto del bordado.










Muy cerca, y aunque en Carrera Oficial se mete en medio la Hermandad de las Aguas, venía la cruz de guía de la Hermandad del Museo, tras rodear la plaza del mismo nombre. El principal estreno de esta hermandad de auténtico museo estaba en el itinerario de regreso, por lo que en este momento pasaba por una calle Alfonso XII que no iba a volver a recorrer en su camino de vuelta a casa.
Venía el paso del Santísimo Cristo de la Expiración adornado con un monte de claveles rojos, como acostumbra, aunque aún se recuerdan como algo muy acertado aquellos lirios morados que exornaron el paso en el año 2013.
En completo silencio, y con su característico andar pausado, el Cristo expirante, genial obra de Marcos Cabrera, emprendió la línea recta de Alfonso XII en su camino a la Campana, con el palio de la Virgen de los Dolores de San Vicente aún vislumbrándose al fondo.












Los nazarenos del cortejo de la Virgen de las Aguas, más numeroso que el del Cristo, llegaron a ponerse de tres en tres en este inicio de su itinerario. Al fondo, desde la calle Alfonso XII, se escuchaban las marchas que iba interpretando la Banda de la Oliva de Salteras tras el paso de palio: “Virgen de las Aguas”, “La Estrella Sublime” y “Coronación de la Macarena”.
Antes de dejar la Plaza del Museo, la dolorosa del manto liso y el tocado monjil recibió una oración en forma de saeta. Posteriormente, giró hacia Alfonso XII con la marcha “Rocío”, a la que después siguió “Venite ad aquas”, composición que adquiere el nombre de una de las cartelas de los bordados interiores del palio.
















La hermandad que abrió el Lunes Santo en la Carrera Oficial, la Vera+Cruz, regresaba ya a casa cerca de las once de la noche por la zona del Salvador, completamente a rebosar de gente. Es una de las grandes pegas, como decíamos antes, de una jornada en la que faltan hermandades. La masa humana que llena las calles tiene más difícil repartirse y acaba coincidiendo en unos pocos puntos.
Aún no había bajado por Villegas el paso del Cristo de la Vera+Cruz cuando un grupo de costaleros de la Virgen de las Tristezas se situaron bajo el retablo cerámico del Cristo del Amor para esperar su relevo. El año pasado, en la crónica del Viernes Santo (ver), ya comentábamos cómo los costaleros del paso de palio de la Virgen de la O estaban por la calle Temprado con una actitud de auténtico jolgorio, llegando uno de ellos a imitar el balido de una oveja, sin que nadie les dijera nada. Pues bien. Quienes se encontraban en ese punto de la calle Villegas viendo la Vera+Cruz, pudieron escuchar a los costaleros de la Virgen de las Tristezas utilizando expresiones presuntamente graciosas (al menos, ellos se reían) como “¿Dónde vas? A cambiarme el támpax”, o incluso “¿Quién es Enrique? El que te la mete en el tabique”, entre otras lindezas. 
Siento la sorpresa que en una crónica de Semana Santa puedan causar estas expresiones en los lectores, pero uno está obligado a contar lo que vio y escuchó. No estaría de más que alguien en la Hermandad de la Vera+Cruz le recordara a sus costaleros que ellos, al igual que un nazareno que lleve un cirio, una cruz o una vara, y al igual que un acólito, también van haciendo penitencia. Las bromas con o sin gracia y las salidas de tono sobran en una estación de penitencia, que es lo que los costaleros también hacen, vayan o no debajo del paso en cada momento. Si uno no sabe dónde está ni para qué, lo mejor que puede hacer es sencillamente no estar.
Al margen de estos episodios que asombrarían a cualquiera, especialmente al cofrade que busca la solemnidad de una cofradía como la Vera+Cruz, el crucificado más antiguo de la Semana Santa bajó con su cadencia habitual la calle Villegas hasta la Plaza del Salvador. Como siempre, un monte de lirios morados adornaba el paso.











Y con rosas blancas venía el paso de palio de la Virgen de las Tristezas, que hasta hace unos años iba invariablemente con lirios blancos. El paso estrenaba este año la restauración de los candelabros de cola, así como doce candeleros de metal plateado, todo ello del taller de Villarreal.
Por otro lado, la dolorosa, que sujetaba una rosa de pasión en su mano derecha, repitió el estilo en el vestir que le ha dado Antonio Bejarano, con el pelo a la vista gracias a un tocado muy suelto.











Con la ausencia de Santa Genoveva y San Gonzalo, el Lunes Santo quedó reducido en la Plaza del Triunfo a la Hermandad de las Aguas, que regresaba ya a su capilla una vez cumplida la estación de penitencia en la Catedral.
Fue la primera cofradía en echarse a la calle casi al mismo tiempo que Santa Marta decidía lo que ya sabíamos que iba a decidir. La Banda de Cornetas y Tambores de las Tres Caídas, muy descansada al no haber salido el Polígono, tocaba con fuerza tras el paso del Cristo de las Aguas y la Virgen del Mayor Dolor.
El exorno floral estaba compuesto por una variedad de flores de tonos morados y malvas, como el que hace dos años lucieron bastantes pasos de misterio y que este año se ha vuelto a ver en muchos de ellos. Con algunas paradas breves en la calle Fray Ceferino González, el paso siguió hacia el Arenal buscando el Arco del Postigo y la calle Dos de Mayo.


















Se marchaba el Cristo de las Aguas por Almirantazgo y ya estaba el paso de palio de la Virgen de Guadalupe dejando atrás la Plaza de la Virgen de los Reyes y alcanzando la del Triunfo.
La dolorosa de Álvarez Duarte, que el año que viene cumplirá cincuenta años desde que fuera tallada, venía acompañada por la Banda Municipal de Música de Mairena del Alcor, que tocó por esta zona tres marchas clásicas, como fueron “La Estrella Sublime”, “Cristo en la Alcazaba” y “Macarena”, de Abel Moreno, con las que disfrutó la hermandad y quienes seguían en este punto a este paso de palio que podría ser sustituido por un proyecto nuevo en un futuro impreciso.
La visión del manto liso de la Virgen de Guadalupe se perdía hacia el Postigo y el Lunes Santo partido por la mitad empezaba poco a poco a terminarse.

























En el día grande para el barrio de San Vicente, y con la Hermandad de la Vera+Cruz ya dentro de su capilla, era el turno del regreso de la Hermandad de las Penas. Cerca de la una de la madrugada, el paso del Señor abandonaba la calle Santa Vicenta María para girar en Virgen de los Buenos Libros y alcanzar en línea recta su templo por Cardenal Cisneros.
Mucha gente seguía a la hermandad en estos últimos metros de su itinerario y pudieron escuchar las dos saetas que se le cantaron al Cristo en su llegada a San Vicente; la segunda de ellas cantada por Manuel Cuevas.











Por su parte, la Virgen de los Dolores realizó ese giro de Santa Vicenta María a Virgen de los Buenos Libros con la marcha “La Madrugá”. Posteriormente, Manuel Cuevas le cantó desde la misma calle antes de que el palio se marchara con “Quinta Angustia”.
Una saeta más pudo escucharse antes de que la Virgen de los Dolores llegara hasta San Vicente con la marcha “Tus Dolores son mis Penas”, tras la que la Banda de Tejera interpretó “Jesús de las Penas” antes de entrar en el templo.
A las dos menos cinco de la madrugada, sólo un cuarto de hora más tarde de lo previsto, sonaba el Himno Nacional de la forma tan solemne en la que lo toca Tejera y la Hermandad de las Penas finalizaba su estación de penitencia.















Y sólo quedaba el Museo. Como ya quedaba dicho, la hermandad aprobó para este año un nuevo itinerario de regreso por Castelar, Molviedro, Zaragoza y Gravina que, además de ser más bello, ha resultado todo un acierto, ya que ni mucho menos ha supuesto retrasar la entrada a horas intempestivas.
Así, desde Gravina la cofradía tomó, como el Gran Poder, por Pedro del Toro, Bailén y Miguel de Carvajal, para salir a la Plaza del Museo y recorrer de nuevo su fachada principal, aunque en sentido inverso a la salida. Sin duda, un itinerario de mayor belleza y recogimiento que Tetuán, Velázquez y la Campana.
Desde un balcón de la calle Miguel de Carvajal, El Sacri cantó una saeta al crucificado de la Expiración, como después haría desde la casa hermandad Álex Ortiz, con una versión cantada del Padre Nuestro antes de la entrada del paso en la capilla.













Perdido por el nuevo itinerario el giro que la hermandad solía hacer de la calle Alemanes a Hernando Colón, la marcha “Nuestro Padre Jesús”, habitual en ese punto, sonó entre Bailén y Miguel de Carvajal tras el paso de palio de la Virgen de las Aguas. Fue un giro lento, con un gran gusto y uno de los momentos más brillantes que dejó este Lunes Santo de 2016.
Posteriormente, la Banda de la Oliva de Salteras tocó “Como tú ninguna” antes de que El Sacri le cantara desde el mismo sitio que antes a la dolorosa de Cristóbal Ramos.
Y, siguiendo con los lugares que sustituyen a otros por los que hasta el año pasado discurría la hermandad, podríamos afirmar que la recta de la plaza ante la fachada del Museo de Bellas Artes sería el nuevo andén del Ayuntamiento, ya que lo recorrió el paso de palio a los sones de “Amarguras”.
Ya frente a la capilla, de nuevo cantó Álex Ortiz y la banda culminó su repertorio tras el paso de palio del Museo con la marcha “Virgen de las Aguas”, con la que fue realizando el giro de 180 grados para entrar en su templo dando la cara a las muchas personas que aguantaban hasta esa hora.


























A las tres y media de la madrugada, la Virgen de las Aguas ponía fin a un Lunes Santo partido por la mitad, pero que al menos nos dejó disfrutar de esa segunda parte que dio luz fundamentalmente a dos barrios de la ciudad: el Arenal, con las Aguas, y el barrio de San Vicente, con la trilogía perfecta que suponen la Vera+Cruz, las Penas y el Museo.

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